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miércoles, 22 de noviembre de 2017

JUNTOS HASTA LA MUERTE

(Colorado Territory, 1949)

Dirección: Raoul Walsh
Guion: John Twist y Edmund H. North

Reparto:
Joel McCrea: Wes McQueen
Virginia Mayo: Colorado Carson
Dorothy Malone: Julie Ann Winslow
Henry Hull: facebook
Fred Winslow
John Archer: Reno Blake
James Mitchell: Duke Harris
Morris Ankrum: Marshall
Ian Wolfe: Homer Wallace

Música: David Butolph.
Productora: Warner Brothers.


Por Jesús Cendón. NOTA: 8,5

“Filosofía elemental sobre mi tema favorito, el destino. Cuando te ha marcado es inútil resistir” (Duke Harris conversando con Wes McQueen).


Raoul Walsh es uno de los grandes directores del Hollywood clásico cuya aportación se inició durante el cine mudo (incluso en 1915 interpretó al asesino de Lincoln en la monumental “El nacimiento de una nación” de D. W. Griffith) y se prolongó durante cinco décadas hasta 1964, año en el que cerró su brillante carrera con la subvalorada “Una trompeta lejana”.


“Juntos hasta la muerte” corresponde a su etapa al servicio de la Warner Brothers (1939-1953), sin duda su época más fértil y creativa en la que tan sólo en este género firmó obras del nivel de “Murieron con las botas puestas” de 1941 (filme reseñado en este blog), “Perseguido” (1947) o en 1951 “Camino de la horca” y “Tambores lejanos” (remake en clave wéstern de su aclamada “Objetivo Birmania”); y constituye una revisión wéstern de “El último refugio” (1941), filme basado en la novela del especialista W. R. Burnett (“El pequeño César”, “La jungla de asfalto”) y paradigma del cine de gánster que fijó definitivamente la imagen de su protagonista, Humphrey Bogart. No obstante, respecto a su modelo se observan diferencias notables: Julie no presenta el defecto físico de Velma, a Colorado el director le reserva un final distinto al de Marie, McQueen no es indultado como Roy sino que se fuga de la cárcel siendo perseguido desde el primer momento y desaparece la mascota de Roy.


ARGUMENTO: Wes McQueen, un veterano forajido, tras escapar de la cárcel decide dar un último golpe con la intención de retirarse y cambiar de vida. Sin embargo los resultados no serán los esperados.



Estamos ante un filme desaforadamente romántico y, como tal, trágico que culmina con un soberbio final y un plano inolvidable enfocando las manos unidas de los desdichados amantes mientras suenan las campanas del santuario de Todos los Santos, revivido gracias al producto del robo perpetrado por Wes.


Hasta ese momento Walsh nos ha ofrecido un wéstern en el que muestra su pasión tanto por la aventura como por la tragedia a través de una singular historia de amor protagonizada por dos perdedores sin suerte, dos excluidos de la sociedad. Por una parte un bandido cansado de su vida de delincuencia que anhela recuperar su antigua condición de granjero (uno de los miembros de la banda llegará a afirmar “El gran Wes McQueen, un pobre campesino de Kansas”). Y por otra Colorado, una mestiza y ex prostituta (la propia Colorado le dirá a Wes: “Mira, nací debajo de una carreta y jamás llegué más alto. Por eso nada me extraña”) que entregará su corazón hasta las últimas consecuencias al pistolero. Historia, pues, de amor interracial que inscribe a este filme dentro de la corriente de wésterns reivindicativos de los indígenas estadounidenses y su cultura (en este sentido cabe recordar el respeto con el que Walsh trató a los pieles rojas en “Murieron con las botas puestas”). Una relación que deberá, por tanto, enfrentarse a los convencionalismos sociales y a los prejuicios de carácter xenófobo de la sociedad.

La película, de tono sombrío, aborda dos temas fundamentales:


- La inexorabilidad de un destino marcado de antemano y la fatalidad. Así un halo de pesimismo sobrevuela el filme desde su inicio manifestándose constantemente: Wes, tras su fuga, vuelve al que fue su antiguo rancho para encontrarse con la lápida de la mujer que un día amó; el lugar en el que se refugian es una antigua misión fantasma al que se accede a través de “El Cañón de la Muerte”; uno de los nuevos miembros de su banda le hace partícipe de su teoría sobre el sino de cada individuo; su antiguo jefe se encuentra en estado terminal y no duda en afirmar: “Dice el médico que son los pecados del pasado” para, posteriormente, ser asesinado por un ex agente de la Pinkerton y miembro de la banda; Colorado se pone el anillo antes de la boda anticipando su mala suerte; y el último refugio de la pareja será un pueblo indio abandonado en el que tan sólo quedan buitres. En definitiva, tanto la vida de Wes como la de Colorado parecen marcadas por los caprichos del destino sin que sus actos puedan cambiar el rumbo del mismo; un destino que les negará la posibilidad de redimirse y de comenzar una nueva vida.


- La traición. Walsh se esfuerza por mostrarnos a una sociedad envilecida e hipócrita representada por una serie de individuos cuyo valor supremo es el dinero y por el que no dudan en traicionar. Así frente a la escena de la conversación de Wes con su antiguo jefe que muestra a dos hombres con su propio código de honor, dos viejos camaradas que basan su relación en la total confianza; el director contrapone otra en la que vemos a los nuevos miembros de la banda, seres ruines, bravucones y pendencieros capaces de las acciones más despreciables, incluida el engaño, para apoderarse del botín. Pero tampoco saldrán bien parados otros personajes como el revisor del tren, también miembro de la banda aunque se defina como un hombre respetable, que delatará a sus compañeros para obtener la recompensa, o la mujer de este que igualmente reclama su recompensa. Incluso algún miembro del grupo perseguidor, una jauría sedienta de sangre que no duda en ahorcar a los dos compañeros de Wes sin un juicio previo, muestra su vileza al proponer a Colorado traicionarle y repartirse el dinero que ofrecen por él. Pero, sin duda, el personaje que mejor representa este tema es Julie, encarnada por Dorothy Malone, la mujer por la que se sentirá atraído inicialmente Wes. Atrapada por una vida vulgar (su padre ha sido víctima de un timo, con lo que de nuevo está presente el tema del engaño) se revela como un personaje ambicioso que persigue la riqueza y el lujo, por lo que no dudará en intentar delatar a McQueen.


Frente a esta imagen negativa del ser humano, el director parece mostrar su aprecio por los dos protagonistas, seres imperfectos pero incapaces de perder la dignidad y con unos principios y valores superiores al resto de los personajes. Para darles vida contó con Joel McCrea y Virginia Mayo. McCrea hace una interpretación esforzada y se muestra convincente pero creo que, tanto por su imagen cinematográfica de héroe integro e incorruptible como por su aspecto físico, no era el actor adecuado para interpretar a Wes McQueen, un hombre marcado por su pasado, solitario y duro que busca desesperadamente abandonar la delincuencia. Sin duda actores como Kirk Douglas, Robert Mitchum o Richard Widmark hubieran sido más apropiados. Virginia Mayo, actriz que pese a trabajar con directores como William Wellman o el propio Walsh en varias ocasiones quedó encuadrada generalmente en producciones de serie b, hace una composición inolvidable de Colorado, una mestiza enérgica, aguerrida y con carácter. Maltratada por la vida, buscará el cariño en Wes y a pesar de ser inicialmente rechazada por él se mostrará siempre fiel al forajido (le cura su herida, evita que Julie le delate peleándose con ella y, tras haber sido herido de nuevo, le protege con su cuerpo desafiando a la muerte mientras descarga sus dos colts). Walsh parece mimarla con la cámara desde su impactante plano de presentación en el que levanta la cabeza moviendo su melena dorada, permitiéndonos apreciar el contraste entre sus radiantes ojos claros y su piel bronceada.


Asimismo debo destacar otro gran acierto de Walsh al enmarcar esta historia en unos grandiosos escenarios naturales, incluido un verdadero poblado indio fantasma excavado en la roca, a los que saca un gran partido a través del uso de las panorámicas y cuya inmensidad e inmutabilidad contrasta con la naturaleza frágil y mortal de la pareja protagonista.


“Juntos hasta la muerte”, un filme que muestra cómo un genio de la categoría de Raoul Walsh supo adaptarse y satisfacer las exigencias de las “majors” de Hollywood sin renunciar a su personalidad y talento.


Por último, como datos curiosos, comentaros que el actor Henry Hull apareció tanto en “El último refugio” como en “Juntos hasta la muerte”; que con tan sólo ocho años James Mitchum, hijo de Robert, tiene un pequeño papel en esta película; y que en 1955 Stuart Heisler dirigió una nueva e inferior versión en clave noir titulada “He muerto mil veces”, con Jack Palance y Shelley Winters como pareja protagonista.



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