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jueves, 2 de noviembre de 2017

EL PISTOLERO

(The gunfighter, 1950)

Dirección: Henry King
Guion: William Bowers, William Sellers. Andre de Toth (historia)

Reparto:
- Gregory PeckJimmy Ringo
- Helen WestcottPeggy Walsh
- Millard MitchellMarshall Mark Strett
- Jean ParkerMolly
- Karl MaldenMark
- Skip HopmeierHunt Bromley
- Anthony RossDeputy Charlie Norris
- Verna FeltonMrs. August Pennyfeather
- Richard Jaeckel: Eddy

Música: Alfred Newman
Productora: Twentieth Century Fox Film Corporation
País: Estados Unidos

Por: Jesús Cendón. NOTA: 8’5.


“Creo que tengo más personas pendientes de cuando me matarán que ningún otro hombre de la nación” (Jimmy Ringo conversando con su antiguo amigo el sheriff Mark Srett).

Henry King es un realizador que no ha gozado del reconocimiento que su obra, iniciada en el cine silente y prolongada hasta la década de los sesenta, merece. Quizás porque, al igual que Henry Hathaway, desarrolló la mayor parte de su carrera en la Twentieth Century Fox en donde se convirtió, junto al mentado Hathaway, en un director todoterreno capaz de sacar a flote cualquier producción independientemente de su género de adscripción. Por lo que, de forma injusta, se le ha considerado generalmente un hombre de estudio plegado a las exigencias de un productor de la personalidad de Darryl F. Zanuck.



Entre sus aportaciones al western, sin duda, hay que mencionar “Tierra de audaces” rodada en 1939, la mejor aproximación a las figuras de Jesse y Frank James interpretados respectivamente por Tyrone Power y Henry Fonda; “El vengador sin piedad” (1958) con un desubicado Gregory Peck; y, sobre todo, la película que nos ocupa, una de las cumbres del denominado western psicológico, corriente surgida en la década de los cincuenta caracterizada por el abandono de la ingenuidad y la visión idílica del Far West dada hasta ese momento y por presentar personajes más complejos, oscuros y realistas. Una evolución natural en el género cinematográfico por excelencia dada la transformación de la sociedad norteamericana como consecuencia de los horrores vividos durante la Segunda Guerra Mundial y la posterior frustración por el resultado del conflicto coreano.


ARGUMENTO: Jimmy Ringo, un famoso pistolero, decide visitar Cayanne para contactar con su mujer y su hijo a los que no ve desde hace ocho años. Mientras, los tres hermanos de su última víctima le persiguen con objeto de vengarse.


“El pistolero” es una película austera, rodada en un magnífico blanco y negro gracias al gran maestro Arthur C. Miller con tres Oscar y seis nominaciones más, dura, triste y pesimista que presenta una serie de características en común con “Solo ante el peligro” (Fred Zinnemann, 1952) y “El tren de las 3:10” (Delmer Daves, 1957), otros dos westerns psicológicos ya reseñados en este blog, entre las que se pueden destacar:


1) El marco espacial en el que se desarrolla la acción. Así los tres filmes son básicamente westerns urbanitas, en los que los grandes espacios abiertos son sustituidos por la ciudad como teatro en el que se desarrolla el drama, espacio que parece empequeñecerse a medida que avanzan las historias, aumentándose de esta forma la sensación opresiva e, incluso, claustrofóbica de los tres filmes. Además, tanto en el caso de la película que nos ocupa como en “El tren de las 3:10” gran parte del metraje tiene lugar en una sola estancia (el saloon y la habitación de un hotel, respectivamente) con el objeto de intensificar la sensación de opresión de ambos protagonistas. Incluso en “El pistolero” el director utilizará la profundidad de campo para remarcar la soledad de Jimmy Ringo.


2) Los protagonistas no responden al prototipo del héroe clásico. En “Solo ante el peligro” Gary Cooper interpreta a un sheriff, quizás la figura más emblemática del wéstern, pero su comportamiento no es el típico de un representante de la ley; al mostrarnos sus miedos se le humaniza, al mismo tiempo que al sobreponerse a ellos se va a engrandecer su figura. En “El tren de las 3:10” Van Heflin acepta escoltar al pistolero hasta Yuma por motivaciones económicas no porque entienda que sea su deber como ciudadano perteneciente a una comunidad. Mientras que la película que nos ocupa el protagonista es un pistolero, un fuera de la ley que ha hecho de su habilidad con las armas su medio de vida.


3) Las tres películas ofrecen una visión crítica de la población. Will Kane comprueba como sus vecinos, a los que ha defendido hasta ahora, se muestran como un grupo de cobardes que le niegan su ayuda salvo en el caso de un envejecido y artrítico exsheriff y un borracho. En “El tren de las 3:10” es el borracho del pueblo el único que muestra su compromiso moral y será su sacrificio postrero el que haga cambiar el punto de vista de Dan Evans respecto al cumplimiento de su misión. Por lo que respecta a “El pistolero”, nos muestra una sociedad que ha hecho de la violencia su seña de identidad, de la muerte un espectáculo y convierte a simples pistoleros en héroes en vida y en mitos tras su muerte.


4) El tiempo, representado en los respectivos relojes que van marcando inexorablemente las horas, como elemento dramático de primer orden. Así, Wiill espera el tren que trae al pueblo a Miller; Dan aguarda el tren que le conducirá junto a Ben a la cárcel de Yuma; y Jimmy sabe que tan solo tiene una hora de ventaja para ver a su mujer y su hijo antes de que lleguen al pueblo los hermanos de su última víctima.


Pero lo que diferencia notablemente el filme de King de los otros dos es su tono desesperanzado al negar a Jimmy Ringo la posibilidad de redimirse. Desde el duelo inicial, en el que acaba con un joven impulsivo con pocas luces, un halo de fatalismo se apodera de la película, acentuándose poco a poco la sensación de que el destino de Jimmy Ringo está escrito y nada de lo que haga lo cambiará.


El propio Ringo, esplendido Gregory Peck en un papel inicialmente pensado para John Wayne, es consciente de que debe cambiar de vida si no quiere terminar muerto en cualquier esquina de un callejón por los disparos de un mequetrefe con suerte como le ocurrió a su amigo Bucky; así le comentará a Mark, antiguo compañero de correrías y símbolo de lo que pretende conseguir Ringo: “Es una bonita vida ¿No crees? Solo tratar de vivir y en realidad no vives. Sin alegría alguna. No tienes dónde ir. Solo evitar que puedan asesinarte”. Frase que resume su cansancio existencial, su hastío y la carga asfixiante de su pasado.


Como curiosidad comentaros que la idea de la película se le ocurrió a André de Toth al comprobar como sistemáticamente los actores de películas de acción, como Errol Flynn, solían ser retados por gente anónima en los bares a los que acudían. De ahí que el filme se inicie con la magistral secuencia, anteriormente citada, en la que un mastuerzo, interpretado por un joven Richard Jaeckel, provoca, primero, y desafía, después, a Ringo al que no le queda más remedio que matarlo. Hecho que marcará el devenir de la historia y el destino del pistolero.




jueves, 25 de febrero de 2016

COLORADO JIM

(The Naked Spur) - 1953
Director: Anthony Mann
Guion: Sam Rolfe, Harold Jack Bloom

Intérpretes:
- James Stewart: Howard Kemp
- Janet Leigh: Lina Patch
- Robert Ryan: Ben Vandergroat
- Ralph Meeker: Roy Anderson
- Millard Mitchell: Jesse Tate

Música: Bronislau Kaper
Productora: Metro Goldwin Mayer
País: Estados Unidos


Por: Jesús CendónNota: 8

Ben Vandergroat: "Escoger una u otra muerte ¿qué más da? Escoger una u otra vida, eso es lo difícil"

Tercera de las cinco colaboraciones westerns entre Anthony Mann, director, y James Stewart, protagonista, escrita en esta ocasión por Sam Rolfe y Harold Jack Brown como sustitutos del habitual Borden Chase. Si en “Wínchester 73” se abordaba el tema de la venganza y “Horizontes lejanos” se centraba en la difícil regeneración de los pistoleros, este filme va a pivotar en torno a dos temas entrelazados: la codicia y la impostura, a través del viaje, físico y moral, de unos individuos en cuyo final catártico les espera la muerte, real o simbólica.


La película se construye en torno a las relaciones de los únicos cinco personajes con entidad (tan sólo aparecen unos indios aniquilados por los protagonistas en una escena extremadamente violenta para la época) que, salvo en el caso de Lina, se nos presentan como ambiguos, cuando no abiertamente negativos.


Así nos encontramos con Howard Kemp, extraordinario como siempre James Stewart, un individuo que tras perder su rancho se ha convertido en cazador de hombres y presenta cierta querencia por la violencia; además en su afán por no compartir la recompensa dejará que se mantenga el equívoco sobre su persona al entender erróneamente dos de sus compañeros que es un sheriff. Hombre desengañado, tan sólo conseguirá redimirse al final gracias al amor de Lina, único personaje positivo, a la que dio vida una muy adecuada Janet Leigh en el mejor momento de su carrera.


En el polo opuesto se encuentra Ben, encarnado por un gran Robert Ryan que bordaba estos papeles. Es el hombre al que persigue Howard para cobrar su recompensa. Estamos ante individuo sin escrúpulos pero de gran inteligencia (por momentos el director parece mostrar predilección por él) que se vale de esta para engañar a sus compañeros de viaje y provocar fisuras en la relación existente entre estos.



Personaje seductor, mantendrá engañada hasta el final a Lina con su falsa actitud tendente a protegerla y al mostrarse como el sustituto de su padre del que era amigo; de tal forma que a lo largo del filme, y aprovechándose de su inocencia, se valdrá de ella para conseguir sus propósitos.


Junto a ellos dos personajes que se unirán a Howard con el objeto de cobrar la recompensa ofrecida por Ben, Roy (Ralph Meeker), un oficial licenciado con deshonor por su conducta libidinosa que encarna valores opuestos a los habitualmente atribuidos a los hombres de azul y será víctima de su codicia al intentar recuperar el cuerpo de Ben; y Jesse (Millard Mitchell) un veterano buscador de oro sin suerte que sueña todavía con encontrar su gran mina; personaje propio del romanticismo y como tal con un destino presidido por el infortunio. En su ingenuidad y aprovechándose de su avaricia será engañado por Ben, originando el fatal desenlace de la película.


Con estos únicos cinco personajes Mann construye una gran película en la que demuestra su sabiduría para rodar en exteriores, además de crear una tensión creciente (excelente la escena de la cueva) que culmina con una antológica secuencia desarrollada en los rápidos de un río caracterizada por la sabia utilización de la profundidad de campo y por la perfecta planificación, de tal forma que en un magistral plano vemos maniobrar a la vez a Howard y Ben justo antes de su enfrentamiento final.



Violencia, personajes moralmente ambiguos, individuos que tratan de ocultar su verdadera personalidad, la codicia como eje principal de la película; sin duda estamos ante un western profundamente moderno que anuncia claramente la evolución posterior del género.



TRAILER:


lunes, 11 de enero de 2016

WINCHESTER 73

(Winchester 73) - 1950

Director: Anthony Mann.
Guión: Borden Chase y Robert L. Richards.

Reparto:
- James Stewart: Lin McAdam
- Shelley Winters: Lola Manners
- Dan Duryea: Waco Johnny Dean
- Stephen McNally: Dutch Henry Brown
- Jay C. Flippen: Sargento Wilkes
- Millard Mitchell: High Spade
- John McIntire: Joe Lamont

Música: Joseph Gershenson (director musical).
Productora: Universal Pictures
País: Estados Unidos

Por: Jesús Cendón. Nota: 8,5

“Sé cómo usarlo y sé para qué sirve la última bala” (Lola Manners ante el inminente ataque indio)

Proyecto largamente acariciado por Fritz Lang que, paradójicamente, se convertiría en la primera de las cinco colaboraciones western entre Anthony Mann y James Stewart (tres de ellas producidas por Aaron Rosenberg y escritas por el gran Borden Chase) y la única con fotografía en blanco y negro a cargo de William H. Daniels, ganador del Oscar por su brillante fotografía en “La ciudad desnuda” (1948).


A través de una estructura circular en el que un rifle, el wínchester del título, ira pasando de mano en mano hasta volver definitivamente a su propietario legítimo, Mann actualiza, en esta historia sobre el odio que se profesan dos hermanos, el mito de Caín y Abel y aglutina los temas y personajes más típicos del mundo del oeste: sheriffs, pistoleros, traficantes de armas, indios, la caballería, etc; haciendo constantes referencias a personajes y hechos reales (Wyatt Earp, Bat Masterson, Custer, Caballo Loco, las batallas de Bull Run, Gettysburg y Little Bighorn) que dotan de autenticidad al filme.




Protagonizada por James Stewart en un momento en el que, tras haber participado en la 2ª Guerra Mundial, buscaba papeles que cambiaran su imagen y le aportaran mayor dureza y ambigüedad, la película se sitúa en un lugar intermedio entre los westerns clásicos de Ford, Walsh, Hawks o Wellman y el revisionismo de los años sesenta; sobre todo, por el complejo personaje principal, un individuo carcomido por sentimientos como el odio y la venganza, de difícil encaje, salvo en casos excepcionales como “Centauros del desierto”, en los westerns realizados por los directores anteriormente citados, que tanto el director como al actor perfeccionarán en sus siguientes colaboraciones.




Además, junto a Stewart, que borda un papel de gran dificultad al dar vida a un personaje sosegado pero al mismo tiempo violento y brutal, nos encontramos con dos grandes malvados del cine clásico: Dan Duryea y Stephen McNally, ambos muy cómodos en sus respectivos papeles como el jefe de una banda de pistoleros y el hermano parricida del protagonista respectivamente; veteranos de la talla de Jay C. Flippen como un sargento de caballería, Millard Mitchel (el fiel compañero de Stewart), Will Geer (Wyatt Earp) o John McIntire (el avispado traficante de armas) y jóvenes promesas, casi debutantes, que apenas disfrutan de unas líneas de diálogo, como Rock Hudson (disfrazado de indio, con nariz postiza incluida) y Tony Curtis que da vida a un soldado.


En definitiva, una gran película que cuenta con un ritmo vertiginoso, en realidad se trata de un filme compuesta por varios sketchs perfectamente ensamblados (Mann se forjó en el noir de serie b por lo que estaba acostumbrado a narrar historias en tiempo record), y constituye un magnífico compendio del género cinematográfico por excelencia por lo que es de visión obligatoria para todo aquel que quiera entender el universo del western.


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Por: Xavi J. PruneraNota: 7


¿Winchester 73… o escopeta de feria? Porque, vamos, si os he de ser franco eso es lo que representa para mí la peli de Mann, amigos: una simple escopeta de feria. Y aunque admito que quizás me he pasado siete pueblos definiéndola así, ni he podido ni he querido evitarlo. Y es que, por desgracia, con ésta ya son dos las veces que un western de Anthony Mann me decepciona. Así pues, permitidme que haga uso hoy de mi legítimo derecho a derribar mitos (una práctica muy puntual y esporádica en mi caso) y que empiece mi irreverente reseña con tan mordaz y satírico paralelismo. Y es que, la verdad sea dicha, me ha venido a huevo.

Mr. Mann será todo lo bueno que queráis, un genio quizás, pero a mi sus westerns ni me llegan ni me llenan. Pero nada. Nada de nada. Y no porque el tipo no sepa narrar una historia o porque no sepa colocar la cámara en el lugar preciso porque eso lo sabe hacer y de sobra. Los westerns de Mann no me apasionan porque sus personajes me parecen excesivamente blandengues. Aunque, bien pensado, quizás el culpable de todo esto no sea Mann, sino el propio Stewart, protagonista de muchos de ellos y, obviamente, de éste. Y es que, por mucha predisposición que le eche, cada vez que veo al larguirucho de Jimmy haciendo el canelo en un saloon (como cuando se bebe el vaso de leche, por ejemplo) se me caen los huevos al suelo. No sé que opinaréis vosotros, pero en mi concepción del Oeste héroes de mantequilla como él no tienen cabida. ¿Acaso alguien duda, quizás, que actores como John Wayne, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Gary Cooper o incluso Charlton Heston encajan mucho mejor que Stewart en este tipo de pelis? Pero bueno, visto el ojo que tenía Mann con las mujeres (Sara Montiel), su fijación por el bueno de Jimmy resulta, hasta cierto punto, incluso comprensible.

En cualquier caso, yo -por mi parte- seguiré recurriendo a Hawks, Wellman, Peckinpah, Leone, Eastwood o Ford (con el que últimamente me he reconciliado) cada vez que quiera ver un western como Dios manda. Y que no me vengan con ostias, joer.

(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 12-11-09)

TRAILER