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jueves, 8 de noviembre de 2018

CITA EN SUNDOWN

ESPECIAL CICLO RANOWN (4)
(Decision at Sundown, 1957)

Dirección: Budd Boetticher
Guion: Charles Lang

Reparto:
- Randolph Scott: Bart Allison
- John Carroll: Tate Kimbrough
- Karen Steele: Lucy Summerton
- Valerie French: Ruby James
- Noah Beery Jr.: Sam
- John Archer: Doctor John Storrow
- Andrew Duggan: Sheriff Swede Hansen
- James Westerfield: Otis
- John Litel: Charles Summerton
- Ray Teal: Morley Chase

Música: Heinz Roemheld
Productora: Scott-Brown Productions. (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 6’75

“Usted estuvo casado pero jamás tuvo una verdadera esposa. ¿Cómo puede vengarse de algo que jamás ha tenido?” Ruby James a Bart Allison haciéndole comprender la mentira en la que ha vivido durante los tres últimos años.


ARGUMENTO: Bart Allison y su amigo Sam se encaminan a Sundown para acabar con la vida de Tate Kimbrough responsable del suicidio de la mujer de Bart. Una vez allí se encontrarán con que Tate se ha convertido en el cacique del lugar, por lo que sus planes se complicarán.



Tercera entrega del ciclo Ranown producida por la Scott-Brown Production y dirigida por Budd Boetticher en la que el hasta ahora habitual Burt Kennedy fue sustituido por el escritor Charles Lang Jr.



“Cita en Sundown” se distingue de los dos wésterns anteriores del ciclo Ranown porque no se desarrolla en exteriores sino que se trata de un wéstern urbano que respeta la unidades de tiempo, al desenvolverse la trama en tan sólo unas horas, y de lugar, puesto que salvo la secuencia inicial el resto de la película tiene como escenario las tres calles de la ciudad y cuatro edificios: el saloon, la iglesia, la casa de los Summerton y un corral en el que se refugian los protagonistas durante la mayor parte del metraje, con lo que se acentúa el carácter opresivo del filme.



A pesar de esta diferencia, Boetticher recupera en esta película el tema de la venganza a través de la figura de Bart que al igual que el Ben Stride de “Tras la pista de los asesinos” busca incansablemente al responsable de la muerte de su mujer. Nos encontramos de nuevo con un individuo solitario, pero al contrario de los héroes de las dos películas anteriores del ciclo, Bart es un neurótico que, roto por el dolor provocado por la pérdida del ser amado, ha transformado la realidad y vive en una mentira, negándose aceptar los hechos tal y como sucedieron. Un hombre desagradable, tozudo, egoísta y al borde de la enajenación capaz de embarcar a su mejor, y posiblemente único amigo, en una peligrosa aventura sin explicarle las razones de la misma y de golpearle cuando este intenta mostrarle cuál es la verdad. Así un inteligente guion nos irá revelando, fundamentalmente a través de las conversaciones mantenidas por Sam, que la mujer de Bart le había sido infiel con varios hombres, siendo Tate tan solo el último.



Junto con esta premisa y perfectamente ensamblada nos encontramos con la otra línea argumental de la película, ya que el pueblo está controlado por Tate, convertido en el gran cacique ante la pasividad dolosa de sus habitantes. Incluso el sheriff no es más que un esbirro pagado por el déspota y al servicio de sus intereses.



Así, a través de los ciudadanos de Sundown, Boetticher construye un filme enormemente pesimista sobre el ser humano en el que resalta su cobardía e indiferencia ante las injusticias, al anteponer la seguridad a la libertad. Para ello se vale, en uno de los grandes aciertos de la película, de una rica galería de secundarios.




Tate, el antagonista de Bart, es un hombre despótico pero su poder es frágil y se basa más en la indolencia y apatía de los ciudadanos de Sundown que en su fortaleza. De hecho comprobará cómo con la llegada de Bart su imperio se desmorona rápidamente. Boetticher, al igual que en otros filmes del ciclo, se esfuerza por humanizarlo, engrandeciéndolo en la escena final. Estamos ante un mujeriego, amante de la buena vida, que se debate entre dos amores: el de Lucy, el más conveniente para sus intereses, y el de la “corista” Ruby. Triángulo que da lugar a una subtrama de corte melodrámatico bastante floja y desequilibrada, ya que mientras el personaje de Lucy, interpretado por una estupenda Karen Steele (1), es bastante tópico y apenas incide en la trama, aunque será una de las primeras personas que intente hacerle comprender a Bart su error, siendo agredida por él; Ruby James, interpretada con acierto por Valerie French, es un personaje fascinante y con una gran importancia en el desarrollo de la historia. Fiel hasta el final a Tate, a pesar de estar a punto de casarse con Lucy, tomará una decisión arriesgada con la que cambiará el destino del cacique y será quien, por fin, haga entrar en razón a Bart. 




Junto a ellos aparece, como ya señalé, un puñado de secundarios magníficamente perfilados. Charles Summerton, padre de Lucy, símbolo de la pérdida del respeto y la dignidad de la población de Sundown al consentir la boda de su hija con Tate por intereses personales. Morley Chase, un ranchero que muestra su desagrado por la situación existente pero es incapaz de enfrentarse al cacique para acabar con la situación. Swede Hanson, un vulgar matón vendido a Tate quien le ha entregado la estrella de latón. Otis, el barman, con una visión poco edificante del ser humano porque como le señala al doctor: “Doc, si hubiera estado sirviendo en un bar como yo no esperaría usted tanto de la raza humana”. Sam, interpretado por un excelente Noah Beery Jr y protagonista de las escasas escenas cómicas del filme, el amigo leal y noble de Bart que intentará hacerle entrar en razón, lo disculpará en todo momento y permanecerá junto a él a pesar de haber sido golpeado por su camarada. Y John Storrow, el doctor del pueblo, uno de los escasos personajes con conciencia en Sundown y decisivo, a través de un inteligente discurso, en la reacción de los habitantes del pueblo al haberlos enfrentado con sus propias miserias.





Sin duda, la película es una de las más desoladoras del ciclo con un final imprevisible, original, duro y amargo en el que vemos a Bart, involuntario elemento catalizador de la revuelta popular contra Tate, emborracharse para, después, salir del pueblo y perderse en la nada mientras el doctor comenta: “Sí, cambió las cosas para todo el mundo en la ciudad. Pero por desgracia no hay nada que podamos hacer por él”. Es un hombre que lo ha perdido todo al enfrentarse a la realidad, incluso un pasado que nunca fue como él tenía idealizado, un época mitificada en cuyo recuerdo había basado su existencia. Estamos ante un individuo con un profundo desgarro en su interior, simbolizado en la herida de su mano, al que no le queda ningún motivo para seguir vivo tras haber estado engañándose durante los tres últimos años, y que ni tan siquiera ha tenido la satisfacción, aunque mínima, de llevar a cabo su venganza. De hecho uno de los personajes al principio de la película advierte de manera premonitoria que: “Cuando un hombre busca su venganza, está tan obcecado por ella que rara vez puede cumplir su deseo”.



“Cita en Sundown” es un filme irregular pero cuenta con un último tramo modélico que lo sitúa por encima de la media de este tipo de productos, aunque no llegue al nivel de las dos primeras entregas del ciclo.

(1) Karen Steele, recordada por su papel en “Marty” (Delbert Mann, 1955) y por aquellos años unida sentimentalmente a Budd Boetticher, participó en tres títulos del ciclo Ranown, la película objeto de esta reseña,  Nacida en el Oeste” (1959) y “Cabalgar en solitario” (1959). Igualmente rodó bajo la dirección de Budd Boetticher el excelente noir “La ley del hampa” (1960), pero su carrera se desarrolló básicamente en la televisión.


miércoles, 22 de noviembre de 2017

JUNTOS HASTA LA MUERTE

(Colorado Territory, 1949)

Dirección: Raoul Walsh
Guion: John Twist y Edmund H. North

Reparto:
Joel McCrea: Wes McQueen
Virginia Mayo: Colorado Carson
Dorothy Malone: Julie Ann Winslow
Henry Hull: facebook
Fred Winslow
John Archer: Reno Blake
James Mitchell: Duke Harris
Morris Ankrum: Marshall
Ian Wolfe: Homer Wallace

Música: David Butolph.
Productora: Warner Brothers.


Por Jesús Cendón. NOTA: 8,5

“Filosofía elemental sobre mi tema favorito, el destino. Cuando te ha marcado es inútil resistir” (Duke Harris conversando con Wes McQueen).


Raoul Walsh es uno de los grandes directores del Hollywood clásico cuya aportación se inició durante el cine mudo (incluso en 1915 interpretó al asesino de Lincoln en la monumental “El nacimiento de una nación” de D. W. Griffith) y se prolongó durante cinco décadas hasta 1964, año en el que cerró su brillante carrera con la subvalorada “Una trompeta lejana”.


“Juntos hasta la muerte” corresponde a su etapa al servicio de la Warner Brothers (1939-1953), sin duda su época más fértil y creativa en la que tan sólo en este género firmó obras del nivel de “Murieron con las botas puestas” de 1941 (filme reseñado en este blog), “Perseguido” (1947) o en 1951 “Camino de la horca” y “Tambores lejanos” (remake en clave wéstern de su aclamada “Objetivo Birmania”); y constituye una revisión wéstern de “El último refugio” (1941), filme basado en la novela del especialista W. R. Burnett (“El pequeño César”, “La jungla de asfalto”) y paradigma del cine de gánster que fijó definitivamente la imagen de su protagonista, Humphrey Bogart. No obstante, respecto a su modelo se observan diferencias notables: Julie no presenta el defecto físico de Velma, a Colorado el director le reserva un final distinto al de Marie, McQueen no es indultado como Roy sino que se fuga de la cárcel siendo perseguido desde el primer momento y desaparece la mascota de Roy.


ARGUMENTO: Wes McQueen, un veterano forajido, tras escapar de la cárcel decide dar un último golpe con la intención de retirarse y cambiar de vida. Sin embargo los resultados no serán los esperados.



Estamos ante un filme desaforadamente romántico y, como tal, trágico que culmina con un soberbio final y un plano inolvidable enfocando las manos unidas de los desdichados amantes mientras suenan las campanas del santuario de Todos los Santos, revivido gracias al producto del robo perpetrado por Wes.


Hasta ese momento Walsh nos ha ofrecido un wéstern en el que muestra su pasión tanto por la aventura como por la tragedia a través de una singular historia de amor protagonizada por dos perdedores sin suerte, dos excluidos de la sociedad. Por una parte un bandido cansado de su vida de delincuencia que anhela recuperar su antigua condición de granjero (uno de los miembros de la banda llegará a afirmar “El gran Wes McQueen, un pobre campesino de Kansas”). Y por otra Colorado, una mestiza y ex prostituta (la propia Colorado le dirá a Wes: “Mira, nací debajo de una carreta y jamás llegué más alto. Por eso nada me extraña”) que entregará su corazón hasta las últimas consecuencias al pistolero. Historia, pues, de amor interracial que inscribe a este filme dentro de la corriente de wésterns reivindicativos de los indígenas estadounidenses y su cultura (en este sentido cabe recordar el respeto con el que Walsh trató a los pieles rojas en “Murieron con las botas puestas”). Una relación que deberá, por tanto, enfrentarse a los convencionalismos sociales y a los prejuicios de carácter xenófobo de la sociedad.

La película, de tono sombrío, aborda dos temas fundamentales:


- La inexorabilidad de un destino marcado de antemano y la fatalidad. Así un halo de pesimismo sobrevuela el filme desde su inicio manifestándose constantemente: Wes, tras su fuga, vuelve al que fue su antiguo rancho para encontrarse con la lápida de la mujer que un día amó; el lugar en el que se refugian es una antigua misión fantasma al que se accede a través de “El Cañón de la Muerte”; uno de los nuevos miembros de su banda le hace partícipe de su teoría sobre el sino de cada individuo; su antiguo jefe se encuentra en estado terminal y no duda en afirmar: “Dice el médico que son los pecados del pasado” para, posteriormente, ser asesinado por un ex agente de la Pinkerton y miembro de la banda; Colorado se pone el anillo antes de la boda anticipando su mala suerte; y el último refugio de la pareja será un pueblo indio abandonado en el que tan sólo quedan buitres. En definitiva, tanto la vida de Wes como la de Colorado parecen marcadas por los caprichos del destino sin que sus actos puedan cambiar el rumbo del mismo; un destino que les negará la posibilidad de redimirse y de comenzar una nueva vida.


- La traición. Walsh se esfuerza por mostrarnos a una sociedad envilecida e hipócrita representada por una serie de individuos cuyo valor supremo es el dinero y por el que no dudan en traicionar. Así frente a la escena de la conversación de Wes con su antiguo jefe que muestra a dos hombres con su propio código de honor, dos viejos camaradas que basan su relación en la total confianza; el director contrapone otra en la que vemos a los nuevos miembros de la banda, seres ruines, bravucones y pendencieros capaces de las acciones más despreciables, incluida el engaño, para apoderarse del botín. Pero tampoco saldrán bien parados otros personajes como el revisor del tren, también miembro de la banda aunque se defina como un hombre respetable, que delatará a sus compañeros para obtener la recompensa, o la mujer de este que igualmente reclama su recompensa. Incluso algún miembro del grupo perseguidor, una jauría sedienta de sangre que no duda en ahorcar a los dos compañeros de Wes sin un juicio previo, muestra su vileza al proponer a Colorado traicionarle y repartirse el dinero que ofrecen por él. Pero, sin duda, el personaje que mejor representa este tema es Julie, encarnada por Dorothy Malone, la mujer por la que se sentirá atraído inicialmente Wes. Atrapada por una vida vulgar (su padre ha sido víctima de un timo, con lo que de nuevo está presente el tema del engaño) se revela como un personaje ambicioso que persigue la riqueza y el lujo, por lo que no dudará en intentar delatar a McQueen.


Frente a esta imagen negativa del ser humano, el director parece mostrar su aprecio por los dos protagonistas, seres imperfectos pero incapaces de perder la dignidad y con unos principios y valores superiores al resto de los personajes. Para darles vida contó con Joel McCrea y Virginia Mayo. McCrea hace una interpretación esforzada y se muestra convincente pero creo que, tanto por su imagen cinematográfica de héroe integro e incorruptible como por su aspecto físico, no era el actor adecuado para interpretar a Wes McQueen, un hombre marcado por su pasado, solitario y duro que busca desesperadamente abandonar la delincuencia. Sin duda actores como Kirk Douglas, Robert Mitchum o Richard Widmark hubieran sido más apropiados. Virginia Mayo, actriz que pese a trabajar con directores como William Wellman o el propio Walsh en varias ocasiones quedó encuadrada generalmente en producciones de serie b, hace una composición inolvidable de Colorado, una mestiza enérgica, aguerrida y con carácter. Maltratada por la vida, buscará el cariño en Wes y a pesar de ser inicialmente rechazada por él se mostrará siempre fiel al forajido (le cura su herida, evita que Julie le delate peleándose con ella y, tras haber sido herido de nuevo, le protege con su cuerpo desafiando a la muerte mientras descarga sus dos colts). Walsh parece mimarla con la cámara desde su impactante plano de presentación en el que levanta la cabeza moviendo su melena dorada, permitiéndonos apreciar el contraste entre sus radiantes ojos claros y su piel bronceada.


Asimismo debo destacar otro gran acierto de Walsh al enmarcar esta historia en unos grandiosos escenarios naturales, incluido un verdadero poblado indio fantasma excavado en la roca, a los que saca un gran partido a través del uso de las panorámicas y cuya inmensidad e inmutabilidad contrasta con la naturaleza frágil y mortal de la pareja protagonista.


“Juntos hasta la muerte”, un filme que muestra cómo un genio de la categoría de Raoul Walsh supo adaptarse y satisfacer las exigencias de las “majors” de Hollywood sin renunciar a su personalidad y talento.


Por último, como datos curiosos, comentaros que el actor Henry Hull apareció tanto en “El último refugio” como en “Juntos hasta la muerte”; que con tan sólo ocho años James Mitchum, hijo de Robert, tiene un pequeño papel en esta película; y que en 1955 Stuart Heisler dirigió una nueva e inferior versión en clave noir titulada “He muerto mil veces”, con Jack Palance y Shelley Winters como pareja protagonista.