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jueves, 10 de mayo de 2018

WICHITA, CIUDAD INFERNAL

(Wichita, 1955)

Dirección: Jacques Tourneur
Guion: Daniel B. Ullman.

Reparto:
- Joel McCrea (Wyatt Earp)
- Vera Miles (Laurie McCoy)
- Lloyd Bridges (Gyp Clements)
- Wallace Ford (Arthur Whiteside)
- Edgar Buchanan (Dock Black)
- Peter Graves (Morgan Earp)
- Keith Larsen (Bat Masterson)
- Carl Benton Reid (Mayor Andrew Hope)
- John Smith (Jim)
- Walter Coy (Sam McCoy)
- Robert J. Wilke (Ben Thompson)
- Jack Elam (Al)

Música: Hans J. Salter
Productora: Allied Artits (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’5

“No pierda la esperanza. No dude que ese hombre ha nacido para ejercer la ley”. Conversación sobre Wyat Earp mantenida por el juez Andrew Hope y Sam McCoy, uno de los benefactores de la ciudad de Wichita


Cuando se cita a Jacques Tourneur (1904-1977), director generalmente enmarcado en producciones de presupuesto bajo o medio aunque este hecho no le impidió dirigir a grandes estrellas como Robert Mitchum, Kirk Douglas o Burt Lancaster, recordamos el tríptico de películas de corte fantástico realizadas entre 1942 y 1943 junto a Val Lewton para la RKO (“La mujer pantera”, “El hombre leopardo” y “Yo anduve con un zombie”), género al que regresaría con la excelente “La noche del demonio” (1957); así como “Retorno al pasado” (1947), obra maestra del cine negro, y dos maravillosos filmes de aventuras tan vitalistas como dinámicos: “El halcón y la flecha” (1950) y “La mujer pirata”(1951).



Sin embargo su contribución al wéstern, que sin alcanzar el áltísimo nivel de los títulos anteriormente citados no es nada desdeñable, suele olvidarse a pesar de constituir uno de los géneros más abordados por el realizador francoestadounidense a lo largo de su carrera y de que tanto “Estrellas en mi corona” (1950), mixtura entre drama rural y wéstern, como “Wichita, ciudad infernal” se encontraban entre sus películas preferidas.



El filme fue producido por la Allied Artits, compañía fundada a iniciativa del mítico productor Walter Mirish quien como productor ejecutivo de la Monogram (minor hollywoodiense surgida en los años treinta y especializada en filmes de muy bajo coste, fundamentalmente pertenecientes al género wéstern) convenció a su dueño, Steve Broidy, para crear una nueva división con el objeto de realizar producciones algo más prestigiosas y costosas. Allied Artits y Monogram convivirían desde 1946 hasta 1953, año en el que la segunda quedaría definitivamente integrada en la primera.



ARGUMENTO: A Wyatt Earp, un excazador de bisontes, tras abortar el asalto al banco de Wichita le ofrecen el cargo de sheriff de la ciudad. Inicialmente lo rechazará pero tras la muerte accidental de un muchacho decidirá acabar con los disturbios provocados por los ganaderos, actitud que le granjea la enemistad de los comerciantes locales temerosos de perder los pingües beneficios que aquellos les reportan.



Wyatt Earp, figura clave en la mitología del Lejano Oeste, ha sido llevado a la pantalla en numerosas ocasiones, pero casi siempre teniendo como referencia su famoso enfrentamiento con el clan de los Clanton en el OK Corral de la ciudad de Tombstone. La originalidad de la cinta de Tourneur radica al mostrarnos a un Earp en un período anterior al del legendario tiroteo.



La presentación del personaje supone toda una declaración de principios por parte del director. Así, al igual que los ganaderos, contemplaremos en lontananza su diminuta figura perdida en la grandiosidad del paisaje. Con este plano, Tourneur humaniza al mito y muestra su fragilidad como la de cualquier ser humano; para a continuación engrandecer su figura enfocándolo más de cerca montado a caballo en un suave contrapicado, para lo que situa la cámara a la altura de los ganaderos sentados en la hierba. La intención del director, como luego se confirmará a lo largo de la película, es manifiesta: la grandeza del personaje no radica en sus habilidades sobrehumanas, como les ocurría a los héroes de la mitología griega hijos de dios y mortal, sino tan sólo en su interior; en su código de honor, en su sentido de la justicia y en sus principios éticos superiores a los de los hombres con los que se relaciona.



Porque la película sobre todo trata de la defensa de la justicia y de la legalidad frente a intereses espurios (el protagonista en un momento dado llega a afirmar: “No se trata de quien tienen razón sino de lo que es justo”) y de la fidelidad a uno mismo y a unos valores aunque este hecho suponga el enfrentamiento con los demás.



Así, el trabajo de Torneur destaca, junto a su probada elegancia, su talento para la puesta en escena y el gran partido desde el punto de vista formal que obtiene del formato en Cinemascope, por volver a utilizar una historia aparentemente simple para abordar temas de gran hondura, ofreciendo una visión ácida del desarrollo de los EEUU.



Para ello nos presenta una ciudad, Wichita, que acaba de convertirse en uno de los nudos ferroviarios más importantes del país. Una urbe, por tanto, en pleno crecimiento y desarrollo al ser clave en el transporte del ganado a otros territorios del estado pero que, al mismo tiempo, sufre las contrariedades de este enriquecimiento personificadas en forajidos y, sobre todo, cowboys que toman al asalto la ciudad en noches de excesos y alcohol. Al intentar frenar estos excesos, tras haber sido nombrado sheriff, Earp se encontrará con la incomprensión, cuando no el rechazo, de los voraces especuladores de la ciudad que, anteponiendo sus intereses económicos al bienestar de la mayoría de los ciudadanos, sentirán la actitud y el comportamiento del héroe como un freno al engrandecimiento de la ciudad y a su enriquecimiento personal. Así los mismos que le nombraron para que les protegiera de los bandidos, conspirarán contra él con el objeto de destituirle.

El mensaje es claro, el capital, representando por los prohombres de la ciudad, se sirve de la ley y la utiliza en su propio beneficio, aunque esta actitud afecte a la convivencia y perjudique a la mayoría.





En este sentido cobran gran importancia dos escenas, una primera en la que se reúnen el juez y tres de los próceres de Wichita para conspirar contra Earp y la posterior cena de estos con Wyatt, en la que el sheriff, con una lógica democrática impecable, les acusa de arrogarse la representación de la población de la urbe, derecho cuya posesión tan sólo corresponde a aquellos que han sido elegidos. Valores democráticos reafirmados por nuestro protagonista en otra escena, al afirmar ante Dock Blak (dueño de un saloon y declarado enemigo de Earp) que todos los ciudadanos son iguales y ninguno ostenta privilegios.



Al mismo tiempo el filme nos relata el fin de una época provocado por la expansión del ferrocarril (elemento fundamental para la civilización del oeste) y el nacimiento, con el desarrollo del capitalismo, de un período más sútil en el que los pistoleros darán paso a los especuladores cuya arma fundamental será el dinero, a través del cual controlarán a las distintas instituciones.



Para interpretar al personaje de Earp se escogió a Joel McCrea un actor con el que Tourneur había colaborado en dos wésterns anteriores: el citado “Estrellas en mi corona” (1950) y “El jinete misterioso” (1955), también conocido como “La ley del juez Thorne”, con el que “Wichita” guarda ciertas semejanzas. La elección no pudo ser más afortunada ya que, a pesar de contar cuando se rodó la película con cincuenta años mientras Earp no llegaba a los treinta, el actor nacido en California representaba como pocos intérpretes valores como la integridad, la honradez y la tenacidad; asociándose su imagen cinematográfica con la del héroe integro e incorruptible. Imagen ideal para encarnar a Earp, un hombre que, además, a lo largo de la película mostrará su rechazo por el uso de las armas (en distintas escenas afirma su intención de no matar a nadie).



De hecho, a lo largo de su dilatada carrera, Joel McCrea, además de dar vida a Wyatt Earp, interpretó a distintos personajes históricos elevados a mitos: Buffalo Bill, Sam Houston o Bat Masterson.



Junto a él, Vera Miles, actriz no excesivamente reconocida a pesar de haber realizado interpretaciones memorables para directores como John Ford, Alfred Hitchcock o Henry Hathaway, protagoniza la inconsistente historia de amor a la que, no obstante, Tourneur no presta demasiada atención para evitar la distracción del espectador de la trama principal; y un grupo de grandes secundarios habituales en este tipo de producciones encabezados por Wallace Ford como el alcoholizado y preclaro director del periódico, representante de un poder que sirve a la verdad constituyéndo un contrapeso a la voracidad especulativa de los grandes empresarios; Edgar Buchanan en el rol de Dock Black; y Lloyd Bridges y Jack Elam como dos de los pendencieros vaqueros.



En definitiva, estamos ante un wéstern que como lo califico el propio Tourneur “se apartaba de lo ordinario”. Una película, excelentemente fotografiada por Harold Lipstein y con un gran tema musical interpretado por la estrella del country Tex Ritter, contada en tiempo record, ochenta y un minutos,  por un magnífico director que a la pregunta de un periodista sobre cuál creía que sería su lugar en la historia del cine no dudó en contestar: “Ninguno… soy un realizador muy mediano, he hecho mi trabajo lo mejor posible, con todas mis limitaciones”. Actitud de la que podían tomar nota algunos directores actuales excesivamente pagados de sí mismos y empeñados en inventar el cine en cada plano.



Como curiosidades comentaros que Sam Peckinpah hizo un pequeño papel como empleado del banco y que Jody McCrea, hijo de Joel, también intervino en la película.


miércoles, 16 de diciembre de 2015

EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE


(The man who shot Liberty Valance) - 1962

Director: John Ford
Guión: James Warner Bellah y Willis Goldbeck 

Intérpretes:
- John Wayne: Tom Doniphon
- James Stewart: Ransom Stoddard
- Vera Miles: Hallie
- Lee Marvin: Liberty Valance
- Edmond O’Brien: Dutton Peabody
- John Carradine: Mayor Cassius Starbukle
- Andy Devine: Sheriff Link Appleyard
- Woody Stroode: Pompey

Música: Ciryl J. Mokridge
Productora: Paramount Pictures (The John Ford Production)
País: Estados Unidos


Por: Jesús Cendón. Nota: 10

“Así es el Oeste, señor. Cuando la leyenda se convierte en realidad, hay que publicar la leyenda”. (Maxwell Scott, periodista).

Amo a esta película, amo a ”El hombre que mató a Liberty Valance”, uno de los westerns más emotivos, conmovedores, líricos y desgarradores que se hayan filmado jamás; obra maestra en la que John Ford, adelantándose a lo que se denominarían westerns crepusculares (ese mismo año Pekinpah rodó “Duelo en la Alta Sierra”) nos narra el final de una época, de un modo de vida basada en los campos abiertos y el de los personajes que la protagonizaron, y que supuso el broche de oro del tándem Ford-Wayne (tan sólo rodarían juntos el pequeño episodio de la Guerra Civil en “La conquista del Oeste” y la divertida comedia “La taberna del irlandés”).



Se trata de una historia desencantada y amarga que narra la segunda fase en la construcción de los EEUU, ya que tras arrebatarle su territorio legítimo a los indios y haber colonizado el mismo, el país se enfrenta a otro desafío consistente en civilizar el oeste, con los sacrificios que ello supone. Así aquellos personajes que fueron fundamentales para colonizar los paisajes salvajes como Tom Doniphon, hombres independientes, individualistas y que imponían su voluntad a través de la fuerza, serán los sacrificados, ya que para que avance el país deben dejar paso al hombre nuevo que viene del este encarnado por Ransom Stodard, representante de la civilización y el progreso.



La paradoja se produce por el hecho de que la población necesita mitos sobre los que establecer los pilares de la sociedad y no puede aceptar la a veces mediocre realidad, de ahí que ésta se les oculte a cambio de leyendas que son más atractivas y en las que los seres individualistas, fuertes e independientes que de alguna forma se han mantenido al margen de esos convencionalismos y con los que ha habido que acabar por el bien del desarrollo, en definitiva los héroes, que fueron los que realmente protagonizaron los hechos son sustituidos por otros individuos más convencionales que encarnan los valores de esa sociedad que se está construyendo y a los que se atribuyen estos hechos. De ahí la frase final del periodista ya que al pueblo hay que darle leyendas y mitos porque quizás no soportaría enfrentarse a la miseria y cotidianidad nada heroica de la realidad.



Historia amarga porque es una historia de perdedores. Así Tom Doniphon (John Wayne) no sólo va a perder a su amada frente al civilizado Stodard, sino algo mucho más importante su orgullo y su dignidad, es decir sus valores más profundos, al cometer un acto indigno de él, aunque confiese a Stodard que no le importó hacerlo, pero necesario para que avance la sociedad. Y es Tom, a pesar de que sabe que cada paso que da en ese sentido supone acercarse a su propia destrucción, quien se convierte en el ángel de la guarda de Ransom: lo recoge malherido por la paliza que le propinó Liberty, le enseña a disparar, propone a Ransom como delegado en la importante Convención en la que se decidirá la suerte del territorio como Estado (en este caso no sólo defiende al futuro senador sino que se alza como una gran figura que vela por esa sociedad que lo desplazará, lo ignorará y terminará destruyéndolo), evita que los hombres de Liberty (entre los que se encuentra un joven Lee Van Cleef) lo ahorquen y, por fin, se inmola al contarle la verdad del duelo a Ransom para evitar que renuncie A SU carrera política, al mismo tiempo que le deja el camino libre con su eterna pretendiente Hallie, perdiéndose en la nada, como ocurría con Ethan en “Centauros del desierto”, mientras el resto de los personajes entran en la sala donde se celebra la Convención. Se produce, de esta manera, el sacrificio del héroe para que el país pueda avanzar.




Pero ¿qué ocurre con el aparentemente triunfador Ransom Stodard (James Stewart), un honrado, idealista y luchador abogado del este que puede ser el próximo vicepresidente de los EEUU? Que su vida se ha construido sobre una gran mentira que conocen tanto él como su mujer y que les pesa como una losa porque saben que le han robado, no solamente la gloria y la fama, sino también la vida a un hombre integro, auténtico líder que se inmoló por el bien común. De ahí que resulte durísima la última escena en la que el bueno de Jimmy le pide una escupidera al revisor del tren y éste le responde: “Inmediatamente, qué no haría yo por el hombre que mató a Liberty Valance” para a continuación mirarse el matrimonio, diciéndoselo todo con esa mirada. No se valorarán los aciertos que haya tenido gobernando el bueno de Stodard, ni las preocupaciones que haya tenido para desarrollar su país, ni su trabajo, ni, por supuesto, su esfuerzo, al final será recordado por algo que no hizo, matar al más temible pistolero del territorio. De nuevo el héroe se impone al hombre corriente.


Y como tercer elemento nos encontramos a Hallie (Vera Miles) que se debate entre dos hombres de los que está enamorada, aquél que parecía que sería su marido (Tom) el líder natural un tanto rudo pero galante, servicial y atento cuando era necesario, y el nuevo, bondadoso y educado hombre del este que le enseña otro mundo. Sus miradas cargadas de tristeza muestran el desgarro ante la obligación de elegir entre uno de los dos, siendo consciente del dolor que causará al otro y a sí misma. Esta situación queda perfectamente plasmada en varias escenas: aquella en la que le pide al antiguo sheriff que la lleve a ver los cactus del jardín de la antigua casa de Tom, la secuencia en la que se ve el cactus encima del ataúd donde yace Tom y Ransom le pregunta ¿Quién lo ha puesto?, le responde que ha sido ella y ambos se miran, y al final cuando Ransom le propone quedarse definitivamente en Shinbone y ella le contesta que por supuesto le gustaría porque allí está su vida. Y es que a pesar de que se decanta por Ransom, quizás empujada por el propio Tom, y aunque está profundamente enamorada del senador, hombres como Tom son imposibles de olvidar y parte de su corazón le pertenece.



Aparte de todas estas consideraciones la película cuenta con un gran libreto basado en una novela corta de Dorothy Johnson (publicada junto con otros de sus cuentos por Valdemar en su colección Frontera) que pulió John Ford para después entregárselo a James Warner Bellah (novelista en cuyas obras Ford se basó para realizar su famosa trilogía de la caballería) y Willis Goldbeck con el objeto de que le dieran la forma definitiva. El resultado fue un extraordinario guión que cuenta con magníficos diálogos pero en el que las miradas, los gestos y los silencios son tan importantes como las palabras. Tal es así que Ford llamó entusiasmado a Wayne (con el que se había distanciado tras el rodaje de “El Álamo”) para decirle que esta vez contaban con una gran historia, aceptando el actor su participación en el film a regañadientes.


En cuanto a la dirección, nos encontramos ante un Ford en estado de gracia que consigue una obra maestra en la que cada escena es maravillosa y la planificación de cada plano es perfecta. Por destacar dos escenas, aparte de las ya mencionadas, citaría la famosa del filete y el duelo con Liberty. Pero mi favorita es la de la escuela, todo un canto del profundamente liberal Ford a favor de la ahora denostada democracia, que cuenta con dos momentos sublimes, cuando Nora Ericson con sus propias palabras (está aprendiendo a leer y a escribir) define la democracia como el sistema en el que el pueblo es el que manda y tiene el poder y cuando el fiel Pompey (un sirviente negro) se olvida de la parte de la Constitución en la que se afirma que todos los hombres son iguales y Ransom, irónicamente, le contesta que no se preocupe porque hay mucha gente que también se olvida de ello.




Otros aspectos a destacar son:
La maravillosa fotografía de William H. Clothier, que abandona el espectacular color con el que había retratado magistralmente el Monument Valley por el más humilde y sobrio blanco y negro con lo que consigue acentuar el carácter sombrío y triste de la historia que se está contando.



La estupenda banda sonora orquestada por Cyril J. Mokridge que cuenta con tres o cuatro temas fantásticos perfectamente utilizados y que subrayan el carácter intimista y melancólico del film.


La dirección artística, ya que salvo en tres escenas que se desarrollan en el rancho de Tom, toda la película se rodó en el estudio, como si Ford quisiera subrayar la idea de que la historia que estaba contando era tan falsa como los decorados en los que estaba siendo contada. Además con este hecho se está subrayando, de nuevo, el carácter independiente de Tom, puesto que es el único personaje que vive fuera de la ciudad (símbolo de la sociedad) en la que se hacina el resto de la población.


Por último tengo que referirme a los actores. Wayne y Stewart protagonizan unos de los mejores duelos interpretativos, pleno de naturalidad, que he podido disfrutar en el cine, desprendiéndose entre ellos una química difícil de igualar. Tanto el uno como el rudo y heroico Tom, como el otro en el papel del educado y civilizado Ransom están perfectos. Junto a ellos Vera Miles, quizás en su mejor papel, expresando sus sentimientos desgarrados con una mirada de profunda tristeza; un gran Lee Marvin, un poco antes de convertirse en estrella, como el sádico y brutal pistolero Liberty Valance, el segundo hombre más duro a este lado del territorio (el primero, lógicamente, es Tom); un sobresaliente Edmond O’Brien en el rol del alcoholizado, lúcido y elocuente editor del Shinbone Star; y otros habituales del cine de Ford como Andy Devine en el papel del cobardón sheriff que protagoniza junto a John Qualen las escasas escenas cómicas del film, John Carradine que se luce en un corto papel como brillante y manipulador orador, Woody Strode, es en esta película en la que mejor lo he visto, en un rol muy diferente a los que solía interpretar o Willis Bouchey como el revisor que pronuncia la demoledora frase final del film.


Así que ya sólo me queda deciros que pongáis el DVD, bajéis la luz de la sala, os sentéis y disfrutéis de esta auténtica joya que nos regaló John Ford y de un actor irrepetible de sonrisa franca y gesto preciso que sabía que no sólo el filete sino que gran parte del banquete del cine era suyo, John Wayne que fue realmente “El hombre que mató a Liberty Valance”.



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Por: Xavi J. Prunera. Nota: 9,5


Hace unos años hice llegar a varios amiguetes cinéfilos una singular encuesta. Mi propósito consistía en recurrir a su reputado criterio para determinar cuál podría ser la película más emblemática de la historia del cine yankee.

50 fueron las candidaturas propuestas pero, obviamente, sólo una podía salir victoriosa. Y sí, como podéis suponer, la gran triunfadora fue “El hombre que mató a Liberty Valance”.

Naturalmente, eso fue lo que me empujó a revisarla por primera vez. Mis vagos recuerdos adolescentes pedían a gritos constatar si, tal como habían determinado mis colegas, la peli de Ford merecía ese distinguidísimo y mitológico privilegio, o no. Pues bien, una vez revisada con toda la objetividad habida y por haber quisiera proclamar a bombo y platillo que “El hombre que mató a Liberty Valance” merece semejante honor y más.

Permitidme, pues, que incida sobre todo en el aspecto simbólico, icónico o totémico de la peli de Ford porque creo que ése es, al margen de su irreprochable factura narrativa y formal, el valor esencial de este western. Un valor que reside en su propia trascendencia cinematográfica y que constata como, paradójicamente, una peli capaz de derribar de un plumazo casi todos los cánones del género es, a su vez, capaz de convertirse en una obra mítica y, por ende, paradigmática. Lo más curioso, además, es que fuera precisamente Ford –el que zanjó ese western clásico que él mismo contribuyó a edificar- el que, con este enorme western, sentara las bases de ese espíritu crepuscular o expresionista tan característico en los filmes posteriores de Peckinpah o Leone.

En fin, disculpadme por ponerme demasiado trascendental y por no comentar nada sobre aspectos tan interesantes como ese jugoso triángulo amoroso entre Tom, Hallie y Ransom, como ese romántico debate entre leyenda y realidad ("en el Oeste, cuando la leyenda supera a la verdad, publicamos la leyenda") o como esa eterna pugna entre la ley escrita y la ley del más fuerte, pero es que eso ya lo han hecho otros y muy bien, por cierto. Y, además, qué coño, cuando un western como “El hombre que mató a Liberty Valance” va más allá de su propio género habrá que decirlo alto y claro ¿no?. Pues eso.

(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 11-11-09)

TRAILER

miércoles, 9 de diciembre de 2015

CENTAUROS DEL DESIERTO



(The Searchers) - 1956

Director: John Ford
Guión: Frank S. Nugent 



Intérpretes:
-John Wayne: Ethan Edwards
-Jeffrey Hunter: Martin Pawley
-Vera Miles: Laurie Jorgensen
-Ward Bond: Reverendo/Capitán Samuel J. Clayton
-Harry Carey Jr.: Brad Jorgenssen
-Hank Worden: Moss Harper
-Henry Brandon: Cicatriz
-Natalie Wood: Debbie Edwards


Música: Max Steiner
Productora: Warner Bros
País: Estados Unidos


Por: Güido Maltese. Nota: 10

Ethan Edwards: "Algún día se convertirá en un agradable lugar para vivir, puede que hagan falta nuestros huesos como abono para que eso ocurra".

Estamos, en mi opinión, ante el mejor western de John Ford y uno de los mejores (para mí el mejor, sin duda) de la historia del Cine.

Es tal el respeto y admiración que me produce, que no sé cómo empezar ésta review (sobre todo, por que sé que debo acabarla en algún momento)

Ante todo, quiero dejar bien claro que lo expuesto no es más que mi modesta opinión de aficionado y admirador del género

Creo que lo mejor será dividir la película en partes y analizar cada una:

1.- INTRODUCCIÓN

Texas, 1868. El segundo mejor plano de la historia del western, en el que vemos a Martha Edwards abriendo la puerta de su casa desde dentro, con lo cual el contraluz producido por el sol y la claridad del árido paisaje la dejan totalmente a oscuras, para ver que un jinete se acerca, solitario, a lo lejos... Su marido, Aarón, también sale al quicio y tras otear el horizonte nos revela quién está llegando "Ethan, es Ethan..." y eso produce en Martha un cierto nerviosismo, quizás algún escalofrío...



Y, por fin, Ethan Edwards se detiene ante la casa y baja de su caballo, con su capote polvoriento y se acerca a la familia (Aaron es su hermano y Martha, su cuñada). Apretón de mano distraído a Aarón y sin dudar un sólo segundo, se lanza a saludar a Martha con un tierno beso en la frente. Ethan no ha pronunciado una sola palabra, pero creemos entender que algo ocurre.... Martha, nerviosa, entra en casa y es seguida por los dos hermanos. Pronto, van apareciendo los tres hijos del matrimonio (Lucy, Debbie y Ben) y saludan a su tío con gran admiración, cómo si de una leyenda se tratase. Y tambien conocemos a Martin Pawley, un mestizo encontrado por Ethan cuando era un bebé y criado por Aarón y Martha cómo un hijo más. -Pareces medio-indio le dice con desprecio Ethan -y no me llames tío, yo no soy tu tío. Por fín, la conversación nos revela que Ethan Edwards se fue a la guerra a luchar contra los yanquis y ha vuelto a casa 3 años después de finalizada la contienda. Hay una cierta tensión entre los hermanos y a poco que nos esforcemos nos daremos cuenta de que la respuesta está en Martha...


Pero llega un destacamento de Voluntarios de Texas al mando del reverendo/capitán Clayton, viejo conocido de los Edwards y ex-combatiente por el Sur junto a Ethan.

-No te vi el día de la rendición, le dice a Ethan como saludo, lo que nos revela lo duro que fue para él perder la guerra.


Clayton ha venido a reclutar a Aarón y Martín para la milicia de voluntarios, pues unos indios han robado unas vacas en un rancho cercano propiedad de los Jorgenssen, cuyo hijo, Brad, corteja a Lucy Edwards. Ethan se ofrece a ir en lugar de su hermano y cuando Clayton pretende que jure lealtad a los Voluntarios de Texas la respuesta es rotunda:- Un hombre sólo puede jurar lealtad una vez y yo ya juré lealtad a los Estados Confederados. En esta escena tambien nos es presentado el viejo Moss Harper, compañero de fatigas de Clayton y Edwards, un poco loco por tanta guerra y luchas con los indios (su pasión es sentarse en la mecedora de Martha).


Mientras todos se acaban el café y se preparan para iniciar la marcha, el reverendo Clayton se fija en Martha preparando el capote de Ethan. Lo abraza tiernamente y lo huele mientras lo acaricia dulcemente. Ya sabemos que Martha y Ethan se amaron (y se aman aún) en silencio y cada uno por su lado.



Por fin, el grupo de hombres se pone en marcha tras la pista de los indios, sin saber muy bien si serán Kiowas o Wichitas. Pero el viejo Moss está convencido de que son comanches, cosa que nadie toma en serio excepto Ethan... Al poco tiempo, descubren que el robo de ganado era una treta de los comanches para alejarlos de los ranchos y atacarlos y saquearlos facilmente. Clayton decide ir camino del rancho Jorgenssen que es el más cercano y Ethan, Moss y Martin se dirigirán al rancho Edwards. Cuando llegan, es demasiado tarde: Aarón, Martha y Ben han sido salvajemente asesinados y Lucy y Debbie llevadas cómo prisioneras.

En esta primera parte, me gustaría hacer algunos apuntes:

- Ya he comentado ése plano inicial y maravilloso que es la primera escena de la película y que para mí es el segundo mejor plano del western.

- La manera en que Ford nos hace ver el amor que siente Ethan por Martha. Sin una sola palabra y solamente con gestos y miradas deja muy evidente ése amor, sobre todo por parte de Ethan, aunque la evidencia viene del lado de Martha cuando abraza el capote.

- La aparición de Clayton, en otra magistral interpretación de Ward Bond. La importancia que daba Ford a los secundarios es, aquí, muy intensa. El protagonista, Wayne, pierde ése protagonismo durante un momento, en el que Bond es dueño y señor de toda la escena. Sublime!!!
- La escena en que la familia Edwards se prepara, por que saben que los indios están ahí, en la oscuridad. El interior de la casa totalmente rojo, debido al ocaso del sol. pero preludio de que pronto ése rojo será sangre. Estos detalles son los que hacen grande a Ford y, en especial, a ésta película.



- La primera aparición de Cicatriz. Los Edwards han sacado a Debbie por una ventana para que se esconda en el jardín/cementerio familiar y, en el momento en que la niña se apoya contra una lápida, una sombra se cierne amenazante oscureciendo el plano para, seguidamente, mostrarnos el rostro de Cicatriz: pétreo, fiero, despiadado, sediento de sangre. Llevándose un cuerno de bisonte a la boca y soplando para dar inicio a la matanza. Otra genialidad!!. Por cierto, Ford se cuida de no mostrarnos en ningún momento la matanza de los indios. Supongo que esto sería debido al respeto que sentía por ellos...

- Y, por último, otra escena memorable: cuando se dan cuenta del engaño de los comanches y Clayton con el grueso del grupo deciden ir primero a casa de los Jorgenssen, Martin Pawley mira a Ethan y Moss esperando que estos monten para ir hacia el rancho Edwards. Pero Ethan dice, -estos caballos necesitan descanso y pienso- y se pone a desensillar su caballo imitado por Moss. Loco de furia, Martin espolea el suyo en dirección al rancho, mientras se nos muestra un primer plano de Ethan con la amargura del que sabe la verdad. En la siguiente escena vemos a Martin a pie (su caballo a reventado) adelantado por Ethan y Moss en dirección al rancho en llamas y desoyendo los gritos de Martin para que le lleven a grupas.



2.- PRIMERA CACERÍA

El grupo de voluntarios de Texas, al que se unen Ethan y Martín, decide dar caza a los comanches de Cicatriz y liberar a las dos chicas. Tras un tiroteo con los indios en el río, Clayton decide dar por terminada la persecución. Ethan no abandona y, a regañadientes, acepta que Martin y Brad Jorgenssen (recordemos que era el novio de Lucy) le acompañen. Los tres hombres continúan la cacería con ahínco pero sin éxito. Descubren, por la huellas, que 4 comanches se han separado del grupo principal y Ethan se adelanta para explorar hacia dónde se dirigen. Al poco tiempo regresa y Martín se da cuenta que no lleva su capote -Debí de perderlo ahí arriba, contesta tajante.

Por fin, divisan el campamento de Cicatriz y Brad se adelanta para reconocer el terreno. Vuelve muy excitado, pues ha visto a Lucy. -Esa no era Lucy, has creído ver algo que no existía- le dice Ethan.

Ante la insistencia del muchacho, Ethan acaba por decir: "A Lucy la envolví en mi capote y la enterré con mis propias manos". Loco de ira, Brad sale corriendo hacia el campamento comanche y muere acribillado, mientras Ethan sujeta a Martín para impedirle que vaya tras Brad y corra su misma suerte. Un año después, los dos hombres llegan al rancho de los Jorgenssen....-hemos fracasado, admítalo Ethan- le dice Martín. -No muchacho, aun no he acabado- -el indio no entiende que se persiga algo tanto tiempo y tarde o temprano encontraré a Debbie-.


Apuntes:

- Ford vuelve a enfrentar Clayton y a Ethan o, mejor dicho, a Wayne y a Bond en un suculento duelo de interpretaciones con la excusa de que los personajes pugnen por la jefatura del grupo de voluntarios. La férrea y dura interpretación de Wayne contra el dicharachero y entrañable recital de Ward Bond. Recordemos al capitán Kirby York y al sargento mayor Quincannon. Para mí uno de los aciertos de Ford, era la gran importancia de los secundarios en sus películas y esa manera de entrelazar al secundario "serio" (en éste caso es Jeffrey Hunter) con el secundario bonachón y parlanchín y, casi siempre, irlandés y bebedor (en este caso Ward Bond).

- Exquisita la manera de contarnos la muerte de Lucy, sin mostrar una sola imagen desagradable o violenta. Sin embargo, sabemos que cuatro comanches se la han llevado para violarla y mutilarla antes de matarla. Lo mismo ocurre con Brad, muerto a tiros y no hemos visto una sola gota de sangre. Otra de las "delicatessen" del Maestro Ford...



- Cuando descubren a un indio enterrado (supuestamente muerto en el camino y enterrado por su tribu), Brad le tira una piedra en la cabeza para desahogar su rabia. Ethan se acerca y le dice -si lo haces, hazlo bien- y dispara dos veces sobre el cadáver del indio. Averiguamos por Clayton, que ha disparado a los ojos del muerto -los indios sin ojos no podrán ir a su paraíso, vagarán eternamente- sentencia Ethan. Ya habíamos deducido el odio de Edwards hacia los indios y se nos confirma en esta escena y en el tiroteo en el río: cuando los indios se retiran, sigue disparando y matando por la espalda sin compasión. Cuando Clayton le dice que no es necesario, se aparta violentamente y sigue descargando el rifle. Ya podemos confirmar el odio que anida en Ethan Edwards.

3.- ENTREACTO 1

Ha pasado un año cuando Ethan y Martin vuelven al rancho de los Jorgenssen para descansar e intentar averiguar algo sobre el paradero de la tribu de Cicatriz.


Así, conocemos a Laurie y vemos que entre ella y Martin hay más que amistad. Lars Jorgenssen informa a Ethan sobre un encargado de un almacén en una reserva india, que dice tener pruebas de que Debbie sigue viva y que hablará a cambio de los 1.000$ de recompensa que ofrece Edwards. En cuanto Ethan recibe esta información, decide reiniciar la cacería.

Apuntes:

- El director, cómo suele ser habitual en él, se centra ahora en la familia, en la unidad familiar y en los lazos afectivos entre los personajes. Nos introduce nuevos personajes y nuevas situaciones, nos aleja por unos instantes de la tensión, la violencia y el odio.



- Entra en juego el amor pero levemente, sin agobiarnos con besos apasionados, conversaciones eternas y absurdas y sin pasarse de la raya en el protagonismo de Vera Miles.


- Con esto, Ford consigue que el espectador también sea parte del "descanso del guerrero", que se abstraiga por un momento del argumento principal de la película. Pero todo esto es tan sutil, tan comedido....mientras las escenas entre Laurie y Martin dejan entrever una pizca de humor y alegría, las escenas de Ethan conversando con Lars, nos recuerdan que nada ha concluido: ni la persecución, ni el odio, ni la violencia.

4:- SEGUNDA CACERÍA


Ethan y Martin prosiguen su incansable búsqueda.... llegan a la reserva y hablan con Futterman el cual, efectivamente, tiene un trozo de tejido que podría ser de Debbie. Pide sus 1.000$, pero Ethan deja claro que cobrará cuando la chica aparezca. Futterman intenta emboscarlos por la noche para robarles, pero Ethan acaba con él y con sus secuaces utilizando a Martin de cebo. Continuan la búsqueda varios años, hasta que al fin consiguen dar con la tribu de Cicatriz y con Debbie, la cual ha crecido y ahora es medio india. Ethan loco de odio intenta matarla -ya no es tu hermana, Martin, ahora es una comanche- pero Martin lo impide y Cicatriz vuelve a escabullirse llevando consigo a Debbie...


Apuntes:

- En esta parte destacaría, sobre todo, la aparición del 7º de Caballería. Y creo que es en claro homenaje a su trilogía (Fort Apache, La Legión Invencible y Río Grande), pues es una aparición un poco forzada y sin ser determinante ni imprescindible en el desarrollo de la película.

-Otra genialidad: la mayoría de lo que va ocurriendo en estos años nos lo va contando Laurie a través de las cartas de Martin el cual le va explicando todo los que les va sucediendo y Laurie al leérselo a sus padres se lo transmite al espectador....

- Ford sigue mostrándonos el odio de Ethan cuando mata bisontes a diestro y siniestro sólo por quitarle alimento al indio. Y por fin, el cenit de ese odio llega cuando intenta acabar con la vida de Debbie. Y todo ése odio es por que le han arrebatado a Martha, al amor de su vida (por lo menos así lo interpreto yo).



4.- ENTREACTO 2

Ethan y Martin vuelven de nuevo al rancho de los Jorgenssen. Y llegan justo la noche de la boda de Laurie con Charlie McCorry, el cartero que traia la correspondencia de Martin y se sentaba con la familia Jorgenssen a escuchar su lectura. Vuelven a aparecer Clayton (esta vez de reverendo para oficiar la boda) y Moss Harper. Por supuesto, la boda no llega a celebrarse, pues Laurie está enamorada de Martin. En medio de la pelea entre Charlie y Martin, aparece un joven teniente para pedir ayuda a los voluntarios de Texas. Han encontrado y cercado a Cicatriz y su tribu...


Apuntes:

- De nuevo, Ford nos traslada al ambiente familiar, a la amistad, al humor. Ward Bond vuelve a eclipsar a los que le rodean y los personajes secundarios (el matrimonio Jorgenssen, Laurie, Charlie McCorry, etc...) toman el relevo de Wayne, aunque sin apartarlo en ningún momento de la trama.

- También se nos muestra otra de las debilidades de Ford: la importancia de la mujer en la familia, su complicidad con los hombres de la misma. La señora Jorgenssen animando en la pelea, dando puñetazos al aire, esquivando. El reverendo empujándola dentro de la casa y ella apareciendo por una ventana para seguir disfrutando de la pelea. Toda esta escena recuerda bastante a "El hombre tranquilo", muy irlandesa y entrañable.



5.- EPÍLOGO

El poblado comanche es rodeado por los voluntarios al mando de Clayton, esperando la llegada de la caballería. Pero Clayton decide no esperar y atacar lo antes posible.

Los comanches son arrasados y Debbie, al ver a Ethan, echa a correr para que éste no la mate. Martín intenta detenerle sin éxito... cuando Ethan llega hasta ella amenazante en vez de matarla la coge en sus brazos, la alza y la abraza. Todo ha terminado...Los Jorgenssen, Laurie, Martin, Debbie entran en la casa mientras Ethan se aleja a pie hacia su caballo encuadrado en el mejor plano de la historia del western y uno de los mejores que ha dado el Cine.






















Apuntes:

- En esta ocasión John Ford sí nos muestra el ataque de los blancos al poblado indio. Cuando menos, es curioso su respeto y admiración hacia los indios americanos. Siendo Cicatriz el "malo" de la película, en ningún momento generaliza esa maldad hacia el resto del pueblo indio.

- La semejanza entre Ethan y Cicatriz: ambos en busca de venganza, llenos de odio por los seres queridos asesinados (los hijos de Cicatriz han muerto a manos de los blancos). En realidad son dos personajes paralelos; dos almas errantes en busca de venganza y sin un sitio dónde establecerse, pues no hay una razón para ello.

- Yo diría que cuando Ethan se para delante de Debbie para matarla, a quien está viendo es a Martha y eso hace que su odio se desvanezca y la abrace y la levante de esa manera.

- Ese plano al final de la película es magnífico, sublime, descomunal... Al igual que al principio, la oscuridad de puerta hacia adentro y todos entrando y la claridad (formando el contraluz) de fuera con la silueta de John Wayne alejándose. El ya no tiene nada que hacer aquí, lo ha perdido todo: La guerra, la familia y Martha, su Martha. Sin lugar a dudas, éste es el mejor plano del western...






















CONCLUSIÓN

Bueno, pues podría seguir escribiendo páginas y páginas de esta Obra Maestra, pero creo que ya me he pasado siete pueblos con esta review (y os pido disculpas)

Sólo comentar que aparte de la impresionante dirección de Ford, hay otros elementos que contribuyen a la grandeza de éste film:

- La fotografía es magnífica. Estudiada al más mínimo detalle, mimada y cuidada. Una exquisitez, sin duda, tanto en planos medios y cortos cómo en las tomas de grandes extensiones de paisaje. Y vuelvo a repetirme:

El plano inicial y el plano final!!!! Qué maravilla!!!! Esto es el CINE con mayúsculas, el Séptimo Arte.....

- El guión es soberbio, pausado pero rítmico, sosegado y tenso cuando se requiere, continuado y sin altibajos.

- La música perfecta. No podía ser de otra manera siendo Steiner el artífice. Sólo con ver los títulos de crédito y ver el cambio de música entre el nombre de John Wayne (con una música tensa, violenta) y cuando después aparecen los nombres de Jeffrey Hunter y Vera Miles (una música suave, tranquila). Uffffff!

- Los actores todos magníficos cómo es habitual en Ford. Pero mención especial para Ward Bond y John Wayne: increibles los dos! cada uno en su parcela de la actuación.

- En fin, me repito una vez más: El mejor western que he visto en mi vida! y he visto muchos, muchísimos...

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Por: Xavi J. Prunera. Nota: 9,5

“Verás, el mundo se divide en dos categorías…” decía El Rubio en “El bueno, el feo y el malo”. Pues bien, si me lo permitís voy a parafrasearle. Solo un poquito.

Veréis, los cinéfilos nos dividimos en dos categorías: los que amamos “Centauros del desierto” y los que no. Los que le podemos adjudicar un 8, un 9 o un 10 de nota y los que la castigan con un 5, un 6 o un 7. De los que la catean prefiero no hablar. Sería desagradable.

Yo soy, como habréis adivinado, de los que la veneran. No porque sea mi western preferido ni porque la considere perfecta, porque no lo es. La venero, sencillamente, porque jamás había visto a un cineasta sacarle tanto partido a un personaje. Un personaje, el de Ethan Edwards, que podrá gustar poco o nada, pero que sintetiza -en cualquier caso- la personalidad más compleja jamás observada en un icono del western. Y solo por eso vale la pena ver “Centauros del desierto” las veces que sea necesario.

Todo lo demás, a mi juicio, es secundario. Tanto lo bueno como lo malo. La rapidez de los caballos, la tonalidad del río, la puntería de los indios, las incongruencias geográficas o cronológicas… todo eso ni me molesta, ni me disgusta. Me parece poco relevante, vaya. Tan poco relevante como la fotografía, la extraordinaria selección de planos, el montaje o cualquier aspecto que tenga que ver con la narrativa clásica de Ford. Y digo que no me parece relevante porque en un maestro como Ford todo eso y más se da por hecho.

Lo que sí me parece extraordinariamente relevante, excelso y sublime es -como ya he dicho antes- la inconmensurable hondura psicológica con la que Ford modela a su protagonista. Un tipo solitario, hosco, desagradable, intolerante, obstinado, racista y cruel. Un tipo con el que resulta imposible empatizar pero por el cual uno no puede evitar sentirse fatalmente atraído. Porque por mucho que podamos llegar a deducir a través de sus propias reacciones o a través de las sutiles y metafóricas imágenes de Ford, Ethan Edwards es una persona que alberga un oscuro pasado. Un pasado que le impide adaptarse o integrarse a ningún tipo de ámbito social o familiar y que le obliga a vivir tan errante como los indios a los que odia y que no son más que el reflejo de la repugnancia que siente hacia sí mismo.

En fin, que cada cual es muy libre de extrapolar la inevitable animadversión que suscita Ethan Edwards a la peli en sí pero creo, sinceramente, que establecer este tipo de paralelismos constituye un tremendo error. Pero bueno, tampoco pretendo convencer a nadie. Ni tan solo pretendo buscarle justificaciones a la peli porque, francamente, no las necesita. Solo quería dejar bien claro que yo pertenezco a la categoría de los que aman esta peli. Y ese es un privilegio que nada ni nadie me podrá arrebatar. Amén.

(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 19-12-09)