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miércoles, 5 de septiembre de 2018

JUBAL

(Jubal, 1956)

Dirección: Delmer Daves
Guion: Delmer Daves, Russell S. Hughes

Reparto:
- Glenn Ford: Jubal Troop
- Ernest Borgnine: Shep Horgan
- Rod Steiger: Pinky Pinkum
- Valerie French: Mae Horgan
- Felicia Farr: Naomi Hoktor
- Charles Bronson: Reb Haislipp
- Basil Ruysdael: Shem Hoktor
- Noah Beery Jr.: Sam
- John Dierkes: Carson
- Jack Elam: McCoy
- Robert Burton: Doctor Gant

Música: David Raksin
Productora: Columbia Pictures Corporation (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7’75.


“Si es usted vaquero por qué entonces apesta como los pastores” “Cuando la necesidad obliga no se preocupa uno de escoger el trabajo” “La mayoría se moriría de hambre antes de cuidar ovejas” “Y se muere”. Conversación mantenida al inicio del filme entre Pinky y Jubal.





De nuevo nos visita Delmer Daves, uno de los grandes directores de wésterns de la década de los cincuenta. En esta ocasión con “Jubal”, un filme que injustamente se ha visto eclipsado en la filmografía de este director al situarse cronológicamente entre “Flecha rota” (1950), wéstern de enorme popularidad y gran impacto al ser uno de las primeras películas con un tratamiento respetuoso del indio norteamericano, y “El tren de las 3:10” (1957) y “El árbol del ahorcado” (1959), sin duda sus mejores aportaciones a este género.




Pero seríamos injustos si no diéramos a este filme la relevancia que tiene en la filmografía de Daves, tanto por sus evidentes bondades cinematográficas como, sobre todo, por suponer un salto importante en el tipo de wésterns que filmaría y cuya culminación fueron los dos títulos anteriormente citados. Así, “Jubal” inaugura por parte del director un prototipo de película del Oeste en el que la acción se ve relegada definitivamente para centrarse en el drama vivido por los personajes y en sus enfrentamientos emocionales, dando mayor importancia a la evolución de las relaciones de los protagonistas del filme que a la acción mecánica, aunque la escasa violencia contenida en estas películas irrumpirá de forma brutal. Como ejemplos ilustrativos podemos citar el linchamiento del borracho en “El tren de las 3:10”, el intento de ahorcamiento de Doc Frail en “El árbol del ahorcado” o todo el tramo final de esta película. Los tres filmes son en definitiva tragedias ambientadas en el Oeste pero que abordan temas universales y por lo tanto podían haberse situado en otras coordenadas espacio-temporales sin perder su esencia.


Además, supuso la primera de las tres colaboraciónes de Delmer Daves con Glenn Ford en el seno de la Columbia. A esta la siguieron la mencionada “El tren de las 3:10”, basada en un cuento recientemente publicado por Valdemar en su colección Frontera del gran escritor noir Elmore Leonard, y “Cowboy” (1958), narración semidocumental sobre la vida de los vaqueros en los EEUU durante la segunda mitad del siglo XIX. Películas que presentan como elemento en común su articulación a través de la relación compleja, creciente en respeto e incluso admiración, que se establece entre los dos principales personajes masculinos. En “El tren de las 3:10” entre el forajido Ben Wade y el colono Dan Evans, en “Cowboy” entre el veterano ganadero Tom Reese y el novato ávido de aventuras Frank Harris y en la película que nos ocupa entre Jubal Troop, un vagabundo, y Shep Morgan, que lo acojerá en su rancho.


ARGUMENTO: Jubal Troop, un trotamundos, es recogido exhausto por Shep Horgan, dueño de uno de los ranchos más importantes de la comarca. Pronto entre ambos surgirá una estrecha relación basada en la lealtad y la confianza, lo que llevará a Shep a nombrar a Jubal capataz. Pero tanto Mae, esposa de Shep, como Pinky, uno de los vaqueros del rancho, pondrán a prueba, con resultados dramáticos, su amistad.


“Jubal” es en realidad, como señalé al comienzo, una gran tragedia travestida en wéstern escrita por Russell S. Hugues y Delmer Daves (1), quienes adaptaron la novela homónima de Paul Wellman deudora del drama isabelino “Otelo”, del que la película conserva sus principales temas (celos, traición, envidia, manipulación y pasión) y a los protagonistas del mismo; así Jubal sería Casio, Shep respondería a Otelo, el papel de Pinky correspondería al de Yago, mientras que Mae es una moderna Desdémona.


Junto con el drama de Shakespeare la película cuenta con el cine negro como segunda influencia, tanto temática como estilística. Así, Charles Lawton Jr. potenció los contrastes entre las zonas iluminadas y las que quedan en penumbra en las escenas desarrolladas en interiores; el personaje interpretado por Valerie French es una auténtica mantis religiosa, respondiendo a la femme fatal del noir; mientras que el tema de la fatalidad y el destino, el fatum, está muy presente, fundamentalmente en Jubal, un hombre que se ve en todo momento arrastrado por las circunstancias lo que le lleva a afirmar al inicio del filme: “Tengo que irme porque siempre traigo mala suerte”; y, por último, nos encontramos con los característicos diálogos con doble sentido del cine negro, principalmente los mantenidos por Jubal y Mae.


El resultado es un wésten maduro que Daves estructura en función de dos líneas argumentales interrelacionadas entre sí que van a afectar a los cuatro personajes principales. Por una parte la creciente relación de camaradería entre Shep y Jubal que suscitará el recelo de Pinky, sobre todo al ser nombrado capataz el forastero, decisión tomada por Shep basándose en la fiabilidad de su nuevo amigo. Y por otra parte nos encontramos con el acercamiento de Mae a Jubal, con lo que la pulsión sexual se convierte en uno de los principales motores del filme, involucrando también tanto a Shep como a Pinky, amante despechado de Mae.

Para poner en pie el filme Daves contó con un elenco excepcional compuesto por tres interpretes masculinos que se encontraban en el mejor momento de sus respectivas carreras.


Glenn Ford, convertido en una de las grandes estrellas de la década de los cincuenta, lleva a cabo una actuación sentida como Jubal, un personaje con un pasado traumático que le ha marcado a lo largo de su existencia y le ha impelido a huir constantemente, por lo que se ha convertido en un vagabundo. Estamos ante un hombre honorable y leal a su único amigo, Shep, en el que ha encontrado una especie de protector que no sólo le brinda su amistad sino su absoluta confianza, convirtiéndose en la primera persona, tras la muerte de su padre, en prestarle ayuda de forma desinteresada.


Ernest Borgnine, recién oscarizado por “Marty” (Delbert Mann, 1955), está extraordinario en su caracterización de Shep Horgan, un hombre bondadoso, franco, noble y sin doblez; pero también algo ingenuo lo que le impedirá comprender el drama que se cierne a su alrededor; así como bastante vulgar, grosero y torpe en el trato con las mujeres (llega incluso a sorber el café del plato y compara a su mujer con una novilla). Individuo de gran simpleza para el que tan sólo tres cosas tienen valor en la vida: la mujer, la comida y un techo en donde refugiarse; confiará ciegamente en Jubal convirtiéndolo en confidente de los problemas surgidos en su matrimonio. Su tranformación de un individuo bonachón siempre presto a reir en un ser reconcomido por el odio es antológica.


Rod Steiger (2), impuesto por los productores a Delmer Daves, se ocupó de Pinky el único personaje realmente negativo del filme. Un ser despreciable, bravucón e impulsivo que mostrará su aversión a Jubal desde el primer momento. Aversión que se tornará en odio al descubrir cómo el recién llegado lo relega a un segundo plano tanto profesional en su relación con Shep como sentimental respecto a Mae, su antigua amante. Se trata de un individuo realmente peligroso al unir a su villanía su inteligencia y una notable capacidad oratoria que le permite manipular y manejar la voluntad del resto de vaqueros. Representante del famoso método del Actor’s Studio, su caracterización de Pinky, muy estudiada, contrasta con la forma más natural de enfrentarse a sus personajes por parte de Glenn Ford y Ernest Borgnine. De hecho, el primero llegó a afirmar que un actor no debía ponerse delante de la cámara y actuar sino que lo que debía conseguir, siendo él mismo, es que el espectador se identificase con su personaje.



Junto a ellos las dos actrices femeninas, en contraste con los protagonistas masculinos, contaban con escaso bagaje en el momento en el que se rodó el filme.


Valerie French se muestra convincente como la esposa adúltera de Shep. A pesar de originar con su acercamiento a Jubal el drama posterior, Daves la retrata con comprensión. En el fondo es una víctima de la sociedad en la que vive que relega a la mujer a satisfacer los caprichos sexuales de los hombres y a procrear. Deslumbrada por un Shep al que erróneamente creyó cuando le prometió una vida de lujo en su “castillo”, se encuentra aislada en un mundo masculino, representado en el rancho, con un matrimonio fracasado y sin posibilidad de enmendar su error; por lo que busca en el sexo, primero con Pinky y después con Jubal, la única salida a su frustración vital.


Por el contrario Felicia Farr (3), en el papel de Naomi Hoktor, encarna el amor puro y desinteresado. Actriz limitada pero muy adecuada por su aspecto angelical para dar vida a la virginal Naomi, protagoniza una subtrama de la película, quizás la menos convincente, como miembro de un grupo religioso asentado temporalmente en la linde del rancho de Shep; lo que que permite a Daves introducir otro tema habitual en su filmografía, el de la tolerancia y comprensión hacia el diferente; además de facilitarle mostrar un nuevo rasgo de la personalidad de Jubal, su benevolencia.


El casting se redondea con habituales del nivel de Charles Bronson (4), quien había abandonado definitivamente su verdadero apellido (Buchinsky), en el papel de Reb, otro vaquero errante que se mantendrá fiel a Jubal y cobrará gran importancia en la última parte de la película al salvar la vida de su amigo; y John Dierkes o Noah Berry interpretando a dos asalariados de Shep. A este último Daves le reserva una frase que resume su posicionamiento cuando en pleno discurso manipulador de Pinky comenta: “No sé, a veces creo que no es justo decir que fue Dios quien creó al hombre”.



Además, la película es visualmente impresionante fruto del trabajo tanto de Daves como de su operador, el mencionado Charles Lawton Jr. (5) Como muestra tan sólo citaré dos escenas: la del enfrentamiento mortal entre Shep y Jubal en el que destaca un preciso travelling hacia atrás con el objeto de enmarcar en el plano a los tres protagonistas del duelo, y la secuencia final en la que se sitúa la cámara en un granero totalmente a oscuras enfocando el exterior a través de la puerta. Escena en la que el espectador conocerá cuál será el fin de Pinky, sin necesidad de mostrarnos la secuencia, con tan sólo un plano de un gancho y una polea.


Cabe destacar, por último, la banda sonora compuesta por David Raksin que cuenta con un gran y pegadizo tema principal.

En definitiva “Jubal”, a pesar de contener toda la poesía del salvaje Oeste, nos muestra un Oeste más realista y desmitifica a su héroe al devolverle la condición de hombre, de individuo cargado de debilidades y contradicciones (6).



(1) Delmer Daves fue un reputado guionista (“El bosque petrificado” -1936-, “Tú y yo” -versiones de 1939 y 1957-, “Destino Tokyo” -1946-, “La senda tenebrosa” -1947-, “La ley del talión”-1957-, etcétera) pero su labor de escritor se vio ensombrecida por su extraordinario trabajo como director.


(2) Rod Steiger coincidiría al año siguiente con Charles Bronson en otro wéstern, “Yuma” (Sam Fuller)

(3) Felicia Farr trabajaría en los dos siguientes wésterns de Delmer Daves, “La ley del talión” y “El tren de las 3:10”, para prácticamente retirarse tras contraer matrimonio en 1962 con Jack Lemmon, con el que permaneció casada hasta2001, fecha de la muerte del genial actor.

(4) La carrera de Charles Bronson, que había trabajado con Daves en “Tambores de guerra” (1954) interpretando al jefe indio Capitán Jack, es paradójica. Repleta de sólidos títulos en sus comienzos fue perdiendo interés a medida que se convertía en estrella.

(5) Charles Lawton Jr. colaboró habitualmente con Daves en sus wésterns: “Jubal”, “El tren de las 3:10”, “Cowboy”; además de trabajar en este género con directores de la talla de John Ford, Budd Boetticher, André de Toth o Phil Karlson.

(6) Como señaló Bertrand Tavernier, el héroe de Daves es un hombre sencillo que sólo a través de la experiencia se forjará un ideal, juzgará con integridad y aprenderá a respetar y a amar a una manera de vivir diferente a la suya, una civilización o una mujer.

jueves, 6 de octubre de 2016

¡AGÁCHATE MALDITO!

(Giú la testa) - 1971

Director: Sergio Leone
Guion: Sergio Donati, Sergio Leone y Luciano Vicenzoni

Intérpretes:
-James Coburn: John Mallory
-Rod Steiger: Juan Miranda
-Romolo Valli: Doctor Villegas
-Antoine St. John: Gunther Reza
-David Warbeck: Nolan

Música: Ennio Morricone 
Productora: Rafran Cinematográfica, United Artist
País: Italia/España/USA

Por: Güido MalteseNota: 8,5

Juan Miranda: "Los que leen libros les dicen a los que no saben leer libros, que son los pobres, aquí hay que hacer un cambio, y los pobres diablos van y hacen el cambio. Luego... los más vivos de los que leen libros se sientan alrededor de una mesa y hablan y hablan, y comen. ¡Hablan y comen! y mientras... ¿qué fue de los pobre diablos? ¡Todos muertos! Esa es tu revolución...


Ya antes de filmar “Hasta que llegó su hora”, Sergio Leone andaba obsesionado por llevar a la pantalla “The Hoods”, una historia de gángsters y afirmó que su Obra Maestra sería su último western. Pero la United le forzó a realizar un último western si quería financiación para “Érase una vez en América”. Leone acepto producir, crear la historia y trabajar en el guión, pero se negó a dirigir. Eligió a Peter Bogdanovich como realizador, según él por su ópera prima “El héroe anda suelto”, pero seamos sinceros; lo único que le atraía de Bogdanovich era la amistad que mantenía con John Ford y Howard Hawks!. Por supuesto, en las primeras entrevistas mantenidas, Leone no congenió en absoluto y Bogdanovich no entendió absolutamente nada de la filosofía Leoniana. Hubo contactos con Sam Peckinpah, pero éste declinó la oferta. Así, Leone se vió obligado a tomar el mando, contando también con la exigencia de Rod Steiger (actor impuesto por la productora, ya que Leone quería a Eli Wallach para el papel de Juan Miranda) de que si no dirigía Leone él no participaría.


También se pensó en Clint Eastwood para el papel de John Mallory, pero la relación entre el director romano y el actor americano ya estaba despedazada. Pero a la tercera va la vencida y Leone pudo, por fín, contar con James Coburn (lo intentó para “Por un puñado de dólares” y para “Hasta que llegó su hora”).


Y así, con una historia de Leone y el inigualable Donati ayudados por Vincenzoni, se inicia el rodaje de uno de mis westerns favoritos, vilipendiado y duramente criticado aunque, a mi entender, muy injustamente. La magnitud del proyecto, la gran cantidad de extras, la exagerada duración, la animosidad con Steiger, etcétera, sobrepasaron a Leone que imprime en este film todo el potencial de su estilo dando la sensación, sobretodo en el primer tercio, de que todo es una broma del romano. Pero los dos tercios restantes son una maravilla, con una sobriedad y una fuerza que anulan en cierto modo los excesos del inicio. 


Durante el rodaje fue cuando Leone, que recordemos andaba obsesionado con llevar la novela “The Hoods” a la pantalla, pensó en titular el film “C`era una volta la rivoluzione” para así completar una trilogía en tierras americanas junto a “C`era una volta il west” y la futura “C`era una volta in América”, pero nuevamente la presión de la productora le llevaron a titularla “Giú la testa” (algo así como “humilla la cabeza”). Solamente en su estreno en Francia el film se tituló “Érase una vez la Revolución”.


Bien, sin más introducciones, vamos al film en sí. 
¿Recordáis el inicio de “Grupo Salvaje” con esas hormigas, el escorpión y los niños quemándolos vivos? Pues esta película empieza también con hormigas, esta vez ahogadas con el orín de Juan Miranda (siempre quedará la duda de si Leone se está meando en Peckinpah por no aceptar dirigir este film). Con este curioso plano, en el que cámara va subiendo para mostrarnos a un harapiento hombre de espaldas orinando, iniciamos un viaje en el México revolucionario de principios del siglo XX.


Ese hombre es Juan Miranda, un bandido sucio y analfabeto cuya banda la componen su padre y sus incontables hijos. Están esperando una diligencia para asaltarla. La escena que se desarrolla a continuación, con Juan dentro de la diligencia (en realidad una especie de lujoso vagón de tren tirado por caballos) en la que viajan unos personajes que representan los poderes fácticos del estado (banca, clero, gobierno, etc.) y que inician una conversación, ignorando casi completamente la presencia del supuesto campesino, sobre lo animales e ignorantes que son los de clase baja, nos pone en situación de la realidad que vive México en esos momentos.  La escena en sí es bastante “excesiva” pero no voy a entrar en detalles, que cada uno juzgue viendo el film.


Una vez capturada la diligencia, la banda se detiene a descansar y aparece un tipo muy curioso en una motocicleta. Se trata de John Mallory, un especialista en explosivos y antiguo integrante del IRA irlandés, atormentado por un oscuro pasado y colaborador de los revolucionarios mejicanos. Juan ve en John el sueño de su vida: robar el banco de Mesa Verde. Y a partir de ahí, las vidas de los dos hombres se unen a lo largo del film, regalándonos una de las más bellas historias de amistad del Western, aspecto del que fui consciente tras muchos visionados de la película. “John y Juan” no deja de repetir Steiger. John culto, refinado y con educación y Juan mezquino, analfabeto y ladrón. Una pareja a todas luces antagonista pero que acaba forjando unos lazos de amistad que son desvelados en la última escena con la muerte de John y la reacción de Juan.


Ya he comentado que el primer tercio del film es bastante “paródico” para lo que se espera de Leone, pero os aseguro que remonta el vuelo y se convierte en un film magistral a partir de los primeros 45 minutos. En su segunda mitad, ya metidos de lleno en la revolución, “¡Agáchate, maldito!” se torna más seria dejando de lado la comedia y entrando de lleno en el drama, la acción y la aventura. Grandes escenas como la del puente, con el posterior descubrimiento de la matanza (ojo aquí al homenaje a Goya y “Los fusilamientos de Mayo”) o todo el tiroteo final poseen el estilo y la fuerza del mejor Leone. Ese Juan disparando con una gran ametralladora que porta a pie mientras dispara al enemigo es épica y tuvo cierta influencia en esa proliferación de films bélicos de los 80. Mención especial al hecho de que Juan es consciente de cuántos hijos tiene cuando los descubre todos muertos....la piel de gallina!


Perfecta la manera en que John va llevando a Juan por dónde quiere, aprovechando su incultura y poco entendimiento, pero llevándose una lección cuando Juan le da su punto de vista sobre lo que es una revolución.


Quizás, en esta gran segunda mitad de película, Leone exagera un poco alguno de los flashbacks que nos cuentan el pasado de John, pero ahí está el gran Morricone para paliarlo con una composición bellísima apoyada por la espectacular voz de Edda Dell`orso.

En cuánto a las interpretaciones, tenemos por un lado a un exagerado y manierista Steiger, frente a un hierático y sólido Coburn. Leone y Steiger tuvieron grandes enfrentamientos durante el rodaje debido, sobretodo, a los tics interpretativos del segundo. En la escena en que Juan está por primera vez delante del banco de Mesa Verde y demuestra su emoción alargando los brazos y abriendo y cerrando las manos repetidamente, es una clara alusión de Steiger hacia Leone que hacía lo mismo cuando se ponía nervioso. A pesar de esa sobreactuación de Steiger, para mí borda su papel de Juan, pero le doy un 10 a Coburn en su sublime composición de John, llena de matices y profundidad, aunque es cierto que su personaje es más agradecido. Junto a ellos, Romolo Valli en el papel del doctor simpatizante de la revolución pero que los traiciona debido a la tortura sufrida, lo cual irá asociado a lo ocurrido en el pasado de John. Y atención al personaje del coronel Gunther Reza, claramente inspirado en un oficial nazi.


Teniendo en cuenta que la película fue masacrada en el montaje, con cortes sin ton ni son, no es de extrañar que fuera un fracaso. Hay versiones de incluso 90 minutos, cuando el film estaba concebido con más de cuatro horas de duración (si, demasiado incluso para Leone), pero la versión de 157 minutos le hace bastante justicia al film y, creo, le coloca en su justo puesto de “un gran western”, y no solamente un gran Spaghetti Western.


Admito que mi debilidad por este film seguramente me haga perder objetividad al valorarla, pero la historia de amistad que aquí se nos cuenta me llega a lo más hondo y ya sabéis lo que representa eso para mí en un western, así que me quedo con ganas de ponerle más nota!
“¿Te lo imaginas?: Juan y John, John y Juan!!