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jueves, 22 de marzo de 2018

AMANECER EN SOCORRO

(Dawn at Socorro, 1954).

Dirección: George Sherman
Guion: George Zuckerman

Reparto:
- Rory Calhoun: Brett Wade
- Piper LaurieRannah Hayes
- David BrianDick Braden
- Katleen HughesClare
- Alex NicolJimmy Rap
- Edgar Buchanan: Sheriff Cauthen
- Roy Roberts: Doc Jameson
- Skip Homeier: Buddy Ferris
- James Millican: Marshall Harry McNair
- Lee Van Cleef: Earl Ferris

Música: Frank Skinner, Herman Stein
Productora: Universal International Pictures (USA)

Por Jesús Cendón. NOTA: 7

“¿Quién le viene buscando?” “Mi pasado. Mi pasado viene a pedir cuentas” Conversación entre el jefe de estación y Brett Wade instantes antes del duelo definitivo con Jimmy Rap.


George Sherman (1908-1991) es uno de esos artesanos con gran capacidad de trabajo, filmó casi ciento treinta películas entre el cine y la televisión en cuarenta años de carrera, que contribuyó al afianzamiento de este género. Comenzó como director en la Republic, compañía especializada en la década de los treinta en los llamados seriales con temática wéstern, en la que dirigió paupérrimas producciones con una duración que apenas alcanzaba los sesenta minutos para estrellas como Gene Autry, Don “Red” Barry o el mismísimo John Wayne en el serial de los tres mosqueteros del Oeste. Tras su paso por la Columbia, recaló en la Universal iniciando su etapa más fructífera siempre enmarcada en wésterns de bajo presupuesto. De esta época destaca una serie de películas pro indias, en consonancia con la corriente revisionista iniciada a finales de la década de los cuarenta, como “El piel roja” (1952) con Van Heflin dando vida al explorador Jim Bridges en una historia basada en un hecho real; “Paz rota” (1952), segunda parte de la celebrada “Flecha rota” (Delmer Daves, 1950) con Jeff Chandler repitiendo el papel del valeroso jefe Cochise o “El gran jefe” (1955), biopic de Caballo Loco al que dio vida Victor Mature; además de wésterns como el original “El enmascarado” (1948) protagonizado por Yvonne de Carlo, actriz con la que trabajaría en varias ocasiones, “Río fronterizo”, uno de los primeros wésterns norteamericanos desarrollado en México con la pareja Joel McCrea-Yvonne de Carlo; “El tesoro de Pancho Villa” (1955) que, realizada fuera de la órbita de la Universal, anticipaba una de las constantes del denominado Zapata-wéstern: la relación entre un mexicano idealista y un mercenario extranjero, “El último pistolero de la frontera” (1958) mixtura entre wéstern y filme de intriga con una primera parte ejemplar o la película que nos ocupa, quizás su mejor y más ambiciosa aportación a este género desde el punto de vista formal. Su último filme, que le volvió a reunir con John Wayne, sería “El gran Jack” (1971), un violento wéstern, no exento de detalles cómicos, producido por la Batjac al servicio de la estrella.

Son películas que, a pesar de no figurar en las listas de los mejores wésterns, conforman un corpus cinematográfico lo suficientemente atractivo como para que su figura comience a ser reivindicada tanto por la crítica especializada como por los aficionados al género.


ARGUMENTO: Brett Wade, un pistolero profesional diagnosticado de tuberculosis, tras abatir en Lordsburg al clan de los Ferris, decide abandonar las armas y trasladarse a Socorro en cuyo trayecto en diligencia conocerá a Rannah. Una vez en la ciudad se convertirá en el inesperado protector de la joven y comprobará las dificultades para cambiar de vida.

Sherman, con su profesionalidad y habitual buen hacer, aborda en esta película el tema del pasado, más bien de peso del pasado y de los obstáculos para emprender una nueva vida por la alargada sombra de aquel. Para ello vertebra la historia en tres partes claramente diferenciadas; dos actos con una estructura similar y una especie de interludio cuya finalidad es engarzar ambos.


La primera parte se desarrolla en la ciudad de Lordsburg y está claramente inspirada en el duelo en el OK Corral, incluso la película se inicia con una voz en off recordando el enfrentamiento que “puso fin a la historia más violenta” de la ciudad, para a continuación a través de un flashback mostrarnos los hechos. Efecto con el que se consigue aumentar el carácter legendario del duelo.


Los paralelismos con el histórico desafío son evidentes. Así, el enfrentamiento se produce en torno a un establo (el Keane corral); uno de los bandos está integrado por el sheriff de la localidad, su hermano, a su vez ayudante del sheriff, y un jugador profesional; mientras que el otro bando está compuesto por una familia, los Ferris, hasta ese momento prácticamente dueña del lugar que, además, han contratado a un pistolero de nombre Jimmy Rap.


Este acto se desarrolla dentro de los límites de la ciudad a lo largo de una noche y en la madrugada siguiente en la que tendrá lugar el enfrentamiento, y cuenta con un escenario fundamental: el saloon. Destacando desde el punto de vista formal la escasa iluminación y el predominio de colores oscuros: marrones, grises, negros.


Además sirve para presentarnos a los principales personajes del drama, y en el mismo se dan situaciones idénticas aunque con distinto alcance a las del segundo acto, como la partida de póker en la que premonitoriamente Dick Braden, dueño del casino de Socorro, le comentará a Brett: “Volveremos a jugar pronto. Esta vez será un juego en privado. Con un ganador y uno que pierda para siempre”.


Este primer episodio finaliza con el anunciado duelo que a su vez, tras diagnosticarle tuberculosis, marca el comienzo del intento por parte de Brett de iniciar una nueva vida alejada del juego y de la violencia. Por tanto, este acto nos presenta a un protagonista herido tanto física como psíquicamente.


A continuación nos encontramos con el interludio centrado en el viaje en diligencia desde Lordsburg a Socorro que permite a Sherman grabar en exteriores y rodar a base de panorámicas. A pesar de ello la sensación opresiva del filme se hace más evidente al coincidir Brett, Rannah y Jimmy en el vehículo; además de introducirse cierta carga existencial al mostrarnos el vacío vital del protagonista y su añoranza por un pasado anterior a su etapa como jugador.


Brett comenzará a intimar con Rannah y empezará a darse cuenta de las dificultades para cambiar de vida, ya que se tendrá que enfrentar en una posta con el último Ferris vivo.
El drama está anunciado, Brett sólo podrá ser un hombre nuevo acabando con todos los elementos que le atan al pasado.


En el segundo acto nos encontramos de nuevo con un wéstern urbano. Es sin duda la parte más original del filme con un tono de melodrama, y como en la primera se desarrolla fundamentalmente en una noche, concluyendo de madrugada con un nuevo y, en esta ocasión, definitivo duelo. Además la acción tiene lugar igualmente en un saloon, el casino de Socorro; pero a diferencia de la primera parte cuenta con una mayor iluminación y se introducen colores más vivos: rojos, amarillos, verdes.

En esta parte destaca la habilidad de Sherman para mover a los principales personajes en el casino, además de su capacidad para crear suspense y dotar al filme de un carácter claustrofóbico a través fundamentalmente de dos elementos:


-El reloj que va marcando las horas (Brett debe abandonar Socorro a las seis) que simboliza el inexorable paso del tiempo; así como la imposibilidad de detenerlo o de dar marcha atrás. Esta idea se refuerza con la conversación mantenida por Brett con Leti, “corista” y antigua amiga del jugador, que le preguntará: “Brett ¿Cómo se puede volver atrás el reloj?” Porque, en definitiva, todos somos en gran parte el resultado de nuestros actos y decisiones.


-La partida de cartas en las que el protagonista y Braden se juegan el futuro de Rannah. Con ella se introduce otro elemento fundamental, el azar como elemento determinante en la vida de las personas.


Este acto culmina con el duelo final entre Jimmy y Brett que constituye una pequeña obra maestra por su concepción y montaje; alternándose acertadísimamente planos largos, cortos y de detalle (sobre todo de las manos de los dos contendientes rozando las cartucheras), y rematado con un contrapicado general de la calle en el que vemos a ambos duelistas dispararse. Una auténtica maravilla y fuente de inspiración respecto a la forma de rodar este tipo de situaciones de infinidad de wésterns, sobre todo los filmados en Europa. Además el duelo, a diferencia del inicial, supone por fin la esperanza de iniciar una nueva vida. El círculo se ha cerrado.

Junto con los aciertos de Sherman en la dirección y la labor como director de fotografía de Carl E. Guthrie, con esos contrastes lumínicos entre Lordsburg y Socorro en consonancia con la propia vida del protagonista (más sombría al comienzo y relativamente esperanzada en la segunda parte), hay que destacar el libreto escrito por George Zuckerman (“Escrito sobre el viento”, “Ángeles sin brillo”) con brillantes diálogos y unos personajes, dañados por la vida, con una mayor profundidad psicológica respecto a este tipo de producciones.


Así nos encontramos con Brett, al que da vida con convencimiento Rory Calhoun aunque yo hubiera preferido ver en este papel a Robert Ryan o Dan Duryea. Un hombre culto devenido en vulgar jugador que hastiado de una vida con más sombras que luces intentará, en un acto claramente redentor, evitar que Rannah cometa los mismos errores que otras mujeres conocidas por él y termine como una “corista” mas.


A Rannah, un papel similar al que interpretaría en “El buscavidas” (Robert Rossen, 1961), le da vida una sobresaliente Piper Laurie. Es una mujer desvalida en busca de su lugar en el mundo que, tras ser expulsada de casa por su padre (la llega a comparar con la Jezabel bíblica), comienza a dar sus primeros y equivocados pasos por la vida.


Jimmy Rap, al que da vida un notable Alex Nicol (actor que protagonizaría varios wésterns en Europa antes de la irrupción de Leone), se nos muestra como un pistolero atormentado al no haber podido ayudar a los Ferris cuando más lo necesitaban. Hombre de honor, intentará cumplir con su contrato a pesar de la muerte de todos los miembros del clan e, incluso, se negará a asesinar a Brett, prefiriendo retarlo en un duelo.


La película se redondea con un gran plantel de secundarios habituales en este tipo de producciones: David Brian como Dick Braden, el amoral y ventajista dueño del casino de Socorro; un magnífico Edgar Buchanan en el rol del lúcido sheriff de Socorro que intentará evitar el enfrentamiento final o Skip Homeier y Lee Van Cleef, antes de convertirse en una estrella gracias a los wésterns europeos, como dos de los hermanos Ferris.


En definitiva, estamos ante una película limitada presupuestariamente pero muy cuidada desde el punto de vista formal, ambiciosa respecto a su contenido y superior a la media de los wésterns serie b.



jueves, 21 de septiembre de 2017

MUERTE AL ATARDECER

(Red sundown - 1956)

Dirección: Jack Arnold.
Guion: Martin Berkeley.

Reparto:
- Rory Calhoun: Alec Longmire
- Martha Hyer: Caroline Murphy
- Dean Jagger: Sheriff Jade Murphy
- Robert Middleton: Rufus Henshaw
- Grant Williams: Chet Swan
- James Millican: Bud Purvis

Música: Hans J. Salter.
Productora: Universal (USA).

Por: Jesús Cendón. NOTA: 6’5

“No diría que un hombre quebranta la ley por dibujar ¿no? El mismo hombre que dibuja podría usar su talento para falsificar. Igualmente puede usar un arma para robar un banco o cumplir la ley. Son su arma, sus balas y el mismo dedo para apretar el gatillo”. (El sheriff Jade Murphy intentando convencer a Longmire para que acepte el puesto de ayudante).


Jack Arnold, el director del filme, es mundialmente conocido por una serie de películas encuadradas dentro del género fantástico y de bajo presupuesto, convertidas actualmente en pequeños clásicos, que realizó para la Universal en la década de los cincuenta, entre las que destacan “Vinieron del espacio” (1953), “La mujer y el monstruo” (1954), “Tarántula” (1955) y, sobre todo, “El increíble hombre menguante” (1957). Sin embargo, su aportación al western ha pasado más desapercibida aunque no carece de interés. Así, tras la rutinaria “El hombre de Bitter Ridge” (1955), rodaría las muy meritorias “Sangre en el rancho” (1956) un híbrido entre drama social y wéstern contemporáneo protagonizado por Orson Welles, “Bala sin nombre” (1959) sobre un asesino, encarnado por Audie Murphy, en la que rendía homenaje a “El séptimo sello” (Ingmar Bergman, 1957)) y el filme que nos ocupa rodado en 1956.



ARGUMENTO: Tras un encuentro con un viejo compañero de armas, el pistolero Alec Longmire decide cumplir la promesa que le hizo y abandonar su profesión. La oportunidad le surgirá en la ciudad de Durango cuando el maduro sheriff le ofrezca el puesto de ayudante.



Película que corre el riesgo de perderse entre los innumerables westerns de serie b producidos en la década de los cincuenta por la Universal pero que sobresale claramente de entre estos; puesto que Arnold nos ofrece una lúcida y hermosa reflexión sobre la vida de los pistoleros, forjadores de caminos solitarios que vagan sin rumbo alquilando su brazo al mejor postor y a los que les espera la muerte en cualquier recodo de ese camino.



Así a través de un magnífico guion obra de Martin Berkeley, el mismo escritor de su película “Tarántula”, que cuenta con unos diálogos extraordinarios y muy superiores a los habituales en este tipo de producciones, ahondará sobre el carácter maldito del hombre de armas y sus dificultades para redimirse abandonando ese estilo de vida.

Para ello estructura la película en dos partes claramente diferenciadas:



Una larga introducción en la que Longmire encuentra a un viejo colega, el también pistolero Bud Purvis, con el que entabla amistad. Este le confesará su hartazgo y antes de morir le hará prometer que abandonará su “profesión”. Estamos ante un comienzo caracterizado por su tono amargo, desesperanzado y de gran autenticidad, incrementada por el fallecimiento del actor James Millican antes del estreno de la película.



El núcleo de la película con la “resurrección” de Longmire, su llegada a Durango y la posibilidad de redimirse aceptando el puesto de ayudante del sheriff. Parte en la que parece crecer un atisbo de esperanza para el protagonista pero que, inteligentemente, se cierra de forma ambigua, alejándose del típico final feliz. Parece que el tándem Arnold-Berkely quiere mostrarnos que aunque Longmire está en proceso de cambio, una transformación profundamente deseada por él, le quedan muchos obstáculos por superar para conseguirlo. Por eso se despedirá de Caroline afirmando que a una mujer un hombre, además del corazón, tiene que ofrecerle el fruto de su trabajo.



Junto al tema de la redención, la película aborda otros tan interesantes como el deber o el valor, sin renunciar a los códigos del género. De hecho podemos atisbar la influencia de grandes wésterns como “Raíces profundas” (1953,) puesto que Durango vive el enfrentamiento entre pequeños rancheros y un gran terrateniente que, además, contratará a un temible pistolero para expulsarlos; o “Sólo ante el peligro” (1952), en la actitud de Longmire respecto al citado pistolero, al ser consciente del carácter inevitable del enfrentamiento con Swann si no desea vivir continuamente acosado y perseguido.



La película cuenta además con un gran trabajo de Jack Arnold, manifestado en escenas como la mencionada de la cabaña protagonizada por Longmire y Purvis, de una gran profundidad; aquella en la que contrapone el pasado violento del protagonista (ilustrado con planos de “Amanecer en Socorro”, otro buen western protagonizado por Rory Calhoun para la Universal) con imágenes de la promesa hecha a Purvis, puro cine al ser una secuencia silente; la protagonizada por Chet Swan en casa de unos rancheros a los que torturará psicológicamente, de una gran intensidad y violencia; y el enfrentamiento final de ambos pistoleros rematado con un plano general.





Por lo que se refiere al elenco, en el papel de Longmire nos encontramos a Rory Calhoun, gran estrella de los westerns serie b, en una de sus mejores interpretaciones como el pistolero con posibilidad de cambiar de vida. Es un personaje que se encuentra a mitad de camino entre los otros dos hombres de armas: Brad Purvis, interpretado magníficamente por James Millican, un hombre al final de su camino; y Chet Swan, en una impresionante composición de Grant Williams, un joven caracterizado por su cinismo y cara angelical al que parece gustarle su “profesión” y que mostrará su respeto hacia Longmire proponiéndole asociarse con él; salvo por su carácter sicótico es la imagen del protagonista cuando tenía su edad. Junto a los actores que dan vida a los pistoleros que representan tres estadios diferentes, aparecen dos grandes secundarios. Por una parte Dean Jagger como el honrado, juicioso y valeroso sheriff de Durango que le ofrecerá la oportunidad al protagonista de abandonar su forma de vida; un hombre íntegro que no sucumbirá a las proposiciones de Henshaw y cuya mayor preocupación consistirá en evitar el enfrentamiento entre este y los pequeños rancheros. Y por otra, Robert Middleton encarnando al citado Henshaw, al que Arnold evita presentárnoslo de forma maniquea y protagonizará una gran pelea con Longmire. Mientras que el principal personaje femenino corre a cargo de Martha Hyer en el rol de Caroline, promesa de un futuro mejor para el pistolero.




“Muerte al atardecer” es una película honesta, serie b muy bien hecha, con una historia atractiva narrada en tiempo record, ochenta minutos, y protagonizada por personajes que no responden claramente a los estereotipos del género. Un ejemplo del que podrían tomar nota algunos directores actuales tendentes a hipertrofiar sus filmes cuando ni la historia, ni los personajes lo justifican.