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jueves, 6 de octubre de 2016

¡AGÁCHATE MALDITO!

(Giú la testa) - 1971

Director: Sergio Leone
Guion: Sergio Donati, Sergio Leone y Luciano Vicenzoni

Intérpretes:
-James Coburn: John Mallory
-Rod Steiger: Juan Miranda
-Romolo Valli: Doctor Villegas
-Antoine St. John: Gunther Reza
-David Warbeck: Nolan

Música: Ennio Morricone 
Productora: Rafran Cinematográfica, United Artist
País: Italia/España/USA

Por: Güido MalteseNota: 8,5

Juan Miranda: "Los que leen libros les dicen a los que no saben leer libros, que son los pobres, aquí hay que hacer un cambio, y los pobres diablos van y hacen el cambio. Luego... los más vivos de los que leen libros se sientan alrededor de una mesa y hablan y hablan, y comen. ¡Hablan y comen! y mientras... ¿qué fue de los pobre diablos? ¡Todos muertos! Esa es tu revolución...


Ya antes de filmar “Hasta que llegó su hora”, Sergio Leone andaba obsesionado por llevar a la pantalla “The Hoods”, una historia de gángsters y afirmó que su Obra Maestra sería su último western. Pero la United le forzó a realizar un último western si quería financiación para “Érase una vez en América”. Leone acepto producir, crear la historia y trabajar en el guión, pero se negó a dirigir. Eligió a Peter Bogdanovich como realizador, según él por su ópera prima “El héroe anda suelto”, pero seamos sinceros; lo único que le atraía de Bogdanovich era la amistad que mantenía con John Ford y Howard Hawks!. Por supuesto, en las primeras entrevistas mantenidas, Leone no congenió en absoluto y Bogdanovich no entendió absolutamente nada de la filosofía Leoniana. Hubo contactos con Sam Peckinpah, pero éste declinó la oferta. Así, Leone se vió obligado a tomar el mando, contando también con la exigencia de Rod Steiger (actor impuesto por la productora, ya que Leone quería a Eli Wallach para el papel de Juan Miranda) de que si no dirigía Leone él no participaría.


También se pensó en Clint Eastwood para el papel de John Mallory, pero la relación entre el director romano y el actor americano ya estaba despedazada. Pero a la tercera va la vencida y Leone pudo, por fín, contar con James Coburn (lo intentó para “Por un puñado de dólares” y para “Hasta que llegó su hora”).


Y así, con una historia de Leone y el inigualable Donati ayudados por Vincenzoni, se inicia el rodaje de uno de mis westerns favoritos, vilipendiado y duramente criticado aunque, a mi entender, muy injustamente. La magnitud del proyecto, la gran cantidad de extras, la exagerada duración, la animosidad con Steiger, etcétera, sobrepasaron a Leone que imprime en este film todo el potencial de su estilo dando la sensación, sobretodo en el primer tercio, de que todo es una broma del romano. Pero los dos tercios restantes son una maravilla, con una sobriedad y una fuerza que anulan en cierto modo los excesos del inicio. 


Durante el rodaje fue cuando Leone, que recordemos andaba obsesionado con llevar la novela “The Hoods” a la pantalla, pensó en titular el film “C`era una volta la rivoluzione” para así completar una trilogía en tierras americanas junto a “C`era una volta il west” y la futura “C`era una volta in América”, pero nuevamente la presión de la productora le llevaron a titularla “Giú la testa” (algo así como “humilla la cabeza”). Solamente en su estreno en Francia el film se tituló “Érase una vez la Revolución”.


Bien, sin más introducciones, vamos al film en sí. 
¿Recordáis el inicio de “Grupo Salvaje” con esas hormigas, el escorpión y los niños quemándolos vivos? Pues esta película empieza también con hormigas, esta vez ahogadas con el orín de Juan Miranda (siempre quedará la duda de si Leone se está meando en Peckinpah por no aceptar dirigir este film). Con este curioso plano, en el que cámara va subiendo para mostrarnos a un harapiento hombre de espaldas orinando, iniciamos un viaje en el México revolucionario de principios del siglo XX.


Ese hombre es Juan Miranda, un bandido sucio y analfabeto cuya banda la componen su padre y sus incontables hijos. Están esperando una diligencia para asaltarla. La escena que se desarrolla a continuación, con Juan dentro de la diligencia (en realidad una especie de lujoso vagón de tren tirado por caballos) en la que viajan unos personajes que representan los poderes fácticos del estado (banca, clero, gobierno, etc.) y que inician una conversación, ignorando casi completamente la presencia del supuesto campesino, sobre lo animales e ignorantes que son los de clase baja, nos pone en situación de la realidad que vive México en esos momentos.  La escena en sí es bastante “excesiva” pero no voy a entrar en detalles, que cada uno juzgue viendo el film.


Una vez capturada la diligencia, la banda se detiene a descansar y aparece un tipo muy curioso en una motocicleta. Se trata de John Mallory, un especialista en explosivos y antiguo integrante del IRA irlandés, atormentado por un oscuro pasado y colaborador de los revolucionarios mejicanos. Juan ve en John el sueño de su vida: robar el banco de Mesa Verde. Y a partir de ahí, las vidas de los dos hombres se unen a lo largo del film, regalándonos una de las más bellas historias de amistad del Western, aspecto del que fui consciente tras muchos visionados de la película. “John y Juan” no deja de repetir Steiger. John culto, refinado y con educación y Juan mezquino, analfabeto y ladrón. Una pareja a todas luces antagonista pero que acaba forjando unos lazos de amistad que son desvelados en la última escena con la muerte de John y la reacción de Juan.


Ya he comentado que el primer tercio del film es bastante “paródico” para lo que se espera de Leone, pero os aseguro que remonta el vuelo y se convierte en un film magistral a partir de los primeros 45 minutos. En su segunda mitad, ya metidos de lleno en la revolución, “¡Agáchate, maldito!” se torna más seria dejando de lado la comedia y entrando de lleno en el drama, la acción y la aventura. Grandes escenas como la del puente, con el posterior descubrimiento de la matanza (ojo aquí al homenaje a Goya y “Los fusilamientos de Mayo”) o todo el tiroteo final poseen el estilo y la fuerza del mejor Leone. Ese Juan disparando con una gran ametralladora que porta a pie mientras dispara al enemigo es épica y tuvo cierta influencia en esa proliferación de films bélicos de los 80. Mención especial al hecho de que Juan es consciente de cuántos hijos tiene cuando los descubre todos muertos....la piel de gallina!


Perfecta la manera en que John va llevando a Juan por dónde quiere, aprovechando su incultura y poco entendimiento, pero llevándose una lección cuando Juan le da su punto de vista sobre lo que es una revolución.


Quizás, en esta gran segunda mitad de película, Leone exagera un poco alguno de los flashbacks que nos cuentan el pasado de John, pero ahí está el gran Morricone para paliarlo con una composición bellísima apoyada por la espectacular voz de Edda Dell`orso.

En cuánto a las interpretaciones, tenemos por un lado a un exagerado y manierista Steiger, frente a un hierático y sólido Coburn. Leone y Steiger tuvieron grandes enfrentamientos durante el rodaje debido, sobretodo, a los tics interpretativos del segundo. En la escena en que Juan está por primera vez delante del banco de Mesa Verde y demuestra su emoción alargando los brazos y abriendo y cerrando las manos repetidamente, es una clara alusión de Steiger hacia Leone que hacía lo mismo cuando se ponía nervioso. A pesar de esa sobreactuación de Steiger, para mí borda su papel de Juan, pero le doy un 10 a Coburn en su sublime composición de John, llena de matices y profundidad, aunque es cierto que su personaje es más agradecido. Junto a ellos, Romolo Valli en el papel del doctor simpatizante de la revolución pero que los traiciona debido a la tortura sufrida, lo cual irá asociado a lo ocurrido en el pasado de John. Y atención al personaje del coronel Gunther Reza, claramente inspirado en un oficial nazi.


Teniendo en cuenta que la película fue masacrada en el montaje, con cortes sin ton ni son, no es de extrañar que fuera un fracaso. Hay versiones de incluso 90 minutos, cuando el film estaba concebido con más de cuatro horas de duración (si, demasiado incluso para Leone), pero la versión de 157 minutos le hace bastante justicia al film y, creo, le coloca en su justo puesto de “un gran western”, y no solamente un gran Spaghetti Western.


Admito que mi debilidad por este film seguramente me haga perder objetividad al valorarla, pero la historia de amistad que aquí se nos cuenta me llega a lo más hondo y ya sabéis lo que representa eso para mí en un western, así que me quedo con ganas de ponerle más nota!
“¿Te lo imaginas?: Juan y John, John y Juan!!









jueves, 15 de septiembre de 2016

MAYOR DUNDEE

(Major Dundee) - 1965

Director: Sam Peckinpah
Guion: Harry Julian Fink, Oscar Saul y Sam Peckinpah

Intérpretes:
-Charlton Heston: Amos C. Dundee
-Richard Harris: Benjamin Tyreen
-Jim Hutton: Teniente Graham
-James Coburn: Samuel Potts
-Senta Berger: Teresa Santiago
-Ben Johnson: Sargento Chillum
-Mario Adorf: Sargento Gómez

Música: Daniele Amfitheatrof
Productora: Jerry Bresler Productions, Columbia Pictures
País: Estados Unidos

Por: Güido MalteseNota: 7,5

 Ben Tyreen: Solo hasta que el apache sea aniquilado... solo hasta entonces



Tras el gran éxito de la crepuscular “Duelo en la Alta Sierra”, Sam Peckinpah, ya con la bendición de Hollywood, se embarca en su siguiente film con un presupuesto cercano al de una superproducción. Con un plantel de estrellas y medios más que suficientes, la película se rueda casi íntegramente en México.



El apache Sierra Charriba asola el sur Texas y Arizona llevándose prisioneros a los niños en su huida a México, dónde el ejército americano no puede perseguirle. Pero El mayor Amos Dundee junto a un grupo de soldados, prisioneros sudistas y esclavos liberados inicia una persecución que no acabará en el río Grande. El grupo se internará en suelo mexicano hasta dar con los apaches y capturarlos o eliminarlos.


Con esta premisa, obra de Harry Julian Fink (que años más tarde crearía al gran Harry Callahan), se inicia un rodaje lleno de vicisitudes, problemas y “malos rollos” creados en su mayoría por el director. Heston llegó a ir a por él armado con un sable de tanto que llegó a irritarle, aunque más tarde, cuando la productora decidió prescindir de Sam, ofreció su sueldo para que se quedase a terminar el rodaje. La productora prohibió que se rodasen escenas que Peckinpah consideraba esenciales, mutiló el montaje (el director ni siquiera estuvo en la sala), las borracheras y juergas del bueno de Sam eran continuas y así un largo etcétera de desavenencias que provocaron un gran fracaso en taquilla y un film fallido, aunque en mi opinión no lo es ni mucho menos.


A la cabeza del reparto tenemos a Heston y Harris, que interpretan a dos viejos amigos sureños enemistados en su día por un tema de disciplina y que vuelven a encontrase años después luchando en distinto bando durante la Guerra de Secesión. Tyreen, sudista, es hecho prisionero y enviado al fuerte comandado por Dundee, nordista.


Ambos acuerdan una tregua para unirse y perseguir a Sierra Charriba en territorio mejicano. Pero, como recuerda Tyreen constantemente, esta tregua sólo durará hasta el apache sea aniquilado.


Ya sabéis la importancia que tienen para mí el honor, la lealtad y la amistad en los westerns y éste no se queda atrás. Empezando por Tyreen, que ha dado su palabra a Dundee (solo hasta que el apache sea aniquilado) y la mantiene cueste lo que cueste y aunque tenga que enfrentarse a sus hombres. Y Dundee sabe que no necesita más garantías, le sobra con la palabra dada. “Yo ya tengo lo que quiero: su palabra”.


Desde ese momento, la historia se centra en un doble frente. De un lado, la obsesión de Dundee por capturar al asesino apache, lo que le lleva en determinadas ocasiones a perder la objetividad y a realizar acciones no del todo justificadas desde el punto de vista militar. De otro, la continua rivalidad entre Dundee y Tyreen, rivalidad que se traslada a los respectivos grupos de soldados y que amenaza con estallar abruptamente en varias ocasiones. Rivalidad, por cierto, que también surge desde el punto de vista sentimental al enamorarse ambos personajes de la misma mujer, lo que da la oportunidad al director para incidir aún más en la psicología y el comportamiento de ambos soldados al quedar patente la distinta forma que tienen de cortejarla.


Pero la escena que mejor refleja esos códigos de honor entre hombres es la última.
Cuando tras cumplir con éxito su misión y regresar de nuevo a suelo americano, son perseguidos por un numeroso grupo de militares franceses (recordemos que por aquel entonces México estaba regido por el emperador Maximiliano, cuyo cetro sostenido por las lanzas francesas era disputado por los partidarios de Benito Juárez), Es entonces, en el río que sirve de frontera entre los dos países, cuando estalla la violencia que preside todos los films de Peckinpah, si bien y de forma sorprendente el conflicto no se produce entre Dundee y Tyreen, ni tan siquiera entre unionistas y confederados, sino entre el grueso de los soldados americanos de uno y otro bando y el numeroso cuerpo de tropas francesas. Se lucha cuerpo a cuerpo y un jinete francés derriba el portaestandarte americano, de tal forma que la bandera que portaba, la de la Unión, cae al agua. Benjamín Tyreen, el soldado que lucha abiertamente por la causa confederada, se lanza presuroso y arriesgando su vida a recoger de las aguas el estandarte de la Unión a cuyas fuerzas está combatiendo, poniéndola en manos de otro soldado nordista para que pueda izarla con orgullo. Y es que Tyreen ya no está combatiendo a Dundee, ni tan siquiera al ejército de la Unión, sino a unos militares franceses, es decir, otra nación, por ello no puede consentir que sea humillada la bandera de la Unión, la enseña a la que nunca ha dejado de considerar “su” bandera pese a que en los últimos cuatro años haya estado combatiendo a las fuerzas que la defendían. Ante el ataque de un elemento ajeno, la división interna desaparece y de ahí que el confederado pase a considerarse, en ese momento, un norteamericano más.


El duelo interpretativo entre Heston y Harris es excepcional. Incluso Heston, que no es actor de mi devoción, deja de posar como suele ser habitual en él y se dedica a actuar. 
Senta Berger, como buen sex symbol de la época, cumple su cometido.


Coburn, de este sí que soy ferviente admirador, interpreta al guía Sam Potts. Un papel que recayó en sus manos tras fallar la contratación de Lee Marvin.


El reparto lo completan grandes secundarios (Oates, Johnson, Hutton, Pickens, Armstrong, Jones, Taylor, etc...) todos ellos cumpliendo su papel a la perfección.


Mención para Michael Paté (que ya interpretara a Victorio en “Hondo”) en el papel de Sierra Charriba; su aparición en la primera escena es terrorífica: Soldadito ¿a quién van a mandar ahora tras de mí?? le pregunta a un soldado torturado tras haber arrasado su compañía en una emboscada.


Como ya comenté al inicio, el montaje fue masacrado por Columbia y la película fue un fracaso, tanto de crítica como de público. Pero, en mi opinión, es un gran film que merece su sitio en el western. Si podéis haceros con la versión restaurada en 2005 de 140 minutos mucho mejor. Aunque Peckinpah hizo un film de 155 minutos, supongo que esta última extensión nos acerca más a lo que él siempre pensó que podía haber sido su mejor obra.



miércoles, 22 de junio de 2016

LA NOCHE DE LOS GIGANTES

(The stalking moon) - 1968

Director: Robert Mulligan
Guion: Alvin Sargent y Wendell Mayes

Intérpretes:
Gregory Peck: Sam Varner
- Eva Marie Saint: Sarah Carver
- Robert Forster: Nick Tana
- Nolan Clay: El chico


Música: Fred Karlin

Productora: National General Producions Inc.
País: Estados Unidos

Por: Güido MalteseNota: 7

Nunca había visto nada tan horrible”

Siete años después de filmar esa maravilla que es “Matar a un ruiseñor”, Robert Mulligan vuelve a unirse a Gregory Peck para realizar un western bastante peculiar.



Basándose en la novela de Theodore V. Olsen, los guionistas consiguen elaborar un guión simple y efectivo y el director se encarga de plasmar una atmósfera agobiante y tensa. Cuando digo que este es un western peculiar, me refiero a que tiene más de thriller, suspense y terror que características propias del género.



SINOPSIS: Sam Varner es un guía del ejército en su último día de servicio (se jubila y se va un rancho que ha adquirido en Nuevo México).



Después de capturar a un grupo de apaches, decide acompañar a una mujer blanca (hecha prisionera 10 años atrás) y su hijo mestizo a la estación del ferrocarril. Lo que no sabe es que el niño es el hijo de "Salvaje", un apache renegado y sanguinario capaz de auténticas masacres él sólo. A partir de ahí se inicia una persecución sin tregua por parte del apache, hasta que los acorrala en el rancho de Varner.



Con esta sencilla historia, Mulligan nos presenta un planteamiento narrativo lo suficientemente atractivo para engancharnos a la pantalla durante todo el metraje.



Siendo “Salvaje” el epicentro del film, no lo veremos en casi ningún momento... lo presentiremos, lo temeremos y lo odiaremos, pero será un fantasma al que no podemos ver. Este es el gran acierto de Mulligan, construir una película del oeste sobre la base de un thriller psicológico. Los diálogos son los justos y necesarios y no hay nada que nos distraiga un solo momento de la trama principal. Cuando el samaritanismo de Varner se torna en amor hacia Sarah, no se cuela ningún idilio, no hay beso ni abrazo, no hay nada... sólo el afán de no dejarse vencer por el apache, un ser sanguinario, cruel, inteligente y, sobretodo, fantasmagórico. Lo que va aconteciendo en el transcurso de la historia nos va desvelando datos sobre ese ser misterioso al que Varner deberá enfrentarse para salvar su vida y la de su nueva “familia”.



Gregory Peck borda un papel muy característico en su carrera, dónde la bondad y la correcta moral eran sus principales virtudes. Eva Marie Saint le secunda perfectamente. También podemos ver a Robert Forster en uno de sus primeros papeles, un explorador que trabajó a las órdenes de Varner y se convirtió en su amigo y que se ofrece a ayudarle en la difícil misión de eliminar a “Salvaje”.



Ayuda mucho la partitura de Fred Karlin para crear esa atmósfera densa y crear la tensión que se respira en el film. La fotografía de Charles Lang (“Los siete Magníficos”) es más que correcta. Hay que tener en cuenta que casi no hay diálogos y casi todo se nos revela en imágenes. Y estas consiguen revelarnos varios temas presentes en la película; incomunicación, amistad, amor e incluso algunos tintes racistas.



No estamos ante un gran western, pero su visionado merece la pena y creo que no defraudará a la mayoría de amantes del género.

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Por: Xavi J. PruneraNota: 7,5



Cuando una peli te mantiene semiabducido hasta los títulos de crédito finales es que algo tiene. Y eso es lo que, precisamente, me ha sucedido con “La noche los gigantes”. Un curioso, extraño y atípico western que te mantiene en tensión durante todo el metraje merced al miedo que provoca en los protagonistas (y en los espectadores, por supuesto) la inminente llegada de Salvaje, un sanguinario indio apache que solo aparece —y fugazmente— al final de la peli pero cuya amenaza se cierne sobre las cabezas de los protagonistas de forma implacable. Constante. Inexorable. Una amenaza casi fantasmal (repito: Salvaje solo aparece al final) que resulta más que suficiente para sostener bien erguido un western que —paradójicamente— no presenta ni un gran guión ni un gran mensaje que difundir. Y esa es, a mi juicio, la gran virtud de “La noche de los gigantes”: explotar al máximo el suspense que lleva implícita la peli, revestir de sentido sus silencios (Mulligan es un genio narrando con imágenes) y camuflar eficazmente su escasez de medios gracias a una puesta en escena impecable y, por supuesto, gracias al carisma de su protagonista principal, un siempre eficaz y convincente Gregory Peck que —en su línea habitual— compone un personaje recto, honrado y valeroso. Total y absolutamente opuesto, por consiguiente, a Salvaje. 



Naturalmente, “La noche de los gigantes” no es una obra maestra. Ni tan siquiera un film redondo. A su endeble guión yo le añadiría una desaprovechada Eva Marie Saint y algunas situaciones algo incongruentes pero yo prefiero, la verdad, quedarme con lo bueno. Con todo lo mencionado anteriormente (atmósfera, suspense, puesta en escena, Gregory Peck…) y con otros elementos dignos de señalar como la inquietante banda sonora de Fred Karlin, la impecable fotografía de Charles Lang, la sobriedad nipona de la que hace gala (los diálogos son escasos y, en su lugar, se suceden largos y clamorosos silencios) y, sobre todo, la hábil mezcla de géneros (western-thriller-terror) que logra equilibrar Mulligan. Argumentos, todos ellos, más que suficientes para poder disfrutar intensamente —sin lugar a dudas— de un western peculiar y diferente como pocos.



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TRAILER:



miércoles, 25 de mayo de 2016

LOS VALIENTES ANDAN SOLOS

(Lonely are the brave) - 1962

Director: David Miller
Guion: Dalton Trumbo (Según la novela de Edward Abbey)

Intérpretes:
- Kirk Douglas: John W. “Jack” Burns
- Gena Rowlands: Jerry Bondi
- Walter Matthau: Sheriff Johnson
- Michael Kane: Paul Bondi
- George Kennedy: Ayudante Gutiérrez


Música: Jerry Goldsmith

Productora: Joel Productions
País: Estados Unidos

Por: Güido MalteseNota: 8,5

Jack Burns: Soy un hombre solitario hasta lo más profundo de mi ser, y un hombre así, es un inadaptado. La única persona con la que puede vivir es consigo mismo; lo único que de veras ama es poder vivir a su modo. Un hombre así no dejaría en paz a una familia; sería para ella, una preocupación constante.

Cuentan las malas lenguas que fue Kirk Douglas (acostumbrado a controlar todo lo que podía en los films que interpretaba; incluso retocaba los guiones) quién realmente gestó esta película tras leer la novela “The brave cowboy - 1956” de Abbey. Le encargó el guión a Dalton Trumbo, con quién coincidiese en “Espartaco” de Kubrick en 1960. Le pidió a Goldsmith que se hiciera cargo de la banda sonora y fichó al mediocre, pero manejable, Miller para la dirección. 
Y un camión lleno de inodoros...



La elección de todo ello no pudo ser mejor, siendo el resultado un emotivo y apasionante western crepuscular “moderno”, ya que la acción se sitúa en la misma década de los 60`s en que fue rodado. Y nos cuenta los últimos días de John W. “Jack” Burns, un cowboy a la antigua usanza que se resiste a admitir el avance inexorable de la “civilización” y el fin de los espacios abiertos. Un hombre aferrado a los antiguos códigos de lealtad, orgullo, amistad y justicia (sí, esos que tanto admiro yo en este género!).
Y un camión de inodoros...



Un antiguo amigo de Jack, Paul Bondi, ha sido encarcelado por ayudar a unos “espaldas mojadas” mexicanos. Antes de que sea trasladado a una prisión federal, Jack decide hacerse arrestar y sacar a su amigo de la cárcel del condado. Pero Paul ya no es un vaquero que sueña con los grandes horizontes y las largas cabalgadas; ahora tiene una familia y es escritor, se ha adaptado a la vida moderna y acepta sus reglas. Jack se está quedando solo en el pasado, un pasado que se aleja a pasos agigantados según avanzan el progreso y la sociedad.
Y un camión de inodoros...



Desde el inicio del film, con un simple plano secuencia en el que vemos a un vaquero descansando junto a su hoguera en medio del desierto, se nos hace saber el antagonismo del pasado y el presente: de repente, tres aviones a reacción surcan el cielo rompiendo toda la paz y quietud del momento. Más tarde, serán cercas, letreros y autopistas las que vayan acorralando a Jack y su yegua “Whisky”, tan terca cómo él.



Muy sútil el hecho de que la yegua sienta pavor ante el tráfico de las carreteras, hecho utilizado cómo metáfora del avance imparable del progreso y el final al que están abocados los tipos como Burns. Tipos que no quieren saber de leyes, de burocracias ni de etiquetas....tipos que se guían por unos códigos de honor y éticos entre personas y en acorde con la naturaleza salvaje que les ha rodeado durante su existencia.
Y un camión de inodoros...



Douglas borda su interpretación, consiguiendo emocionarnos y acercarnos a su personaje, empatizando con él y su manera de ver la vida. Dota a su personaje de fuerza y vigor, en un papel hecho a su medida y dónde se desenvuelve con soltura y naturalidad.



Perfectamente secundado por Gena Rowlands y por mi admirado y querido Walter Matthau (¡Qué tío más grande!). Matthau es el encargado de aliviar la tristeza y emotividad que desprende el film con sus interlocuciones y su ironía con su ayudante/secretario (“¿Te acuerdas cuando encontramos el cadáver de L. Hill con un cuchillo clavado en la espalda?... el forense dictaminó suicidio”), creando escenas cuasi cómicas que se agradecen y disfrutan. Atención a los chicles!



También perfecto, como todo lo que hacía, George Kennedy cómo el ayudante patán, pendenciero y vengativo.
Y un camión de inodoros....



Gran acierto el rodar la película en blanco y negro, para resaltar el clima crepuscular y el terreno agreste en que se desenvuelve la trama. La dirección de Miller (¿o de Douglas?) es sencillamente perfecta, resaltando cada personaje y desgranando la personalidad de cada uno de ellos, su humanidad y sus valores. La trama no decae en ningún momento y el buen guión de Trumbo se mantiene fresco de principio a fín. Todo ello apoyado por la excelente composición de Goldsmith.
Y un camión de inodoros....



Antes de finalizar esta reseña, comentar la similitud exagerada de “Acorralado” (First Blood – 1982) y su personaje, John Rambo, con el film que nos ocupa. No solamente Rambo es también un inadaptado que no encuentra su sitio en una sociedad que va muy por delante de su forma de entender la vida, es encarcelado y maltratado, huye de la cárcel y acaba siendo perseguido por la fuerzas del orden (tanto policiales como militares)....es que, encima, Jack Burns ya había derribado un helicóptero 20 años antes!!. En cuánto a influencias en otros directores, me atrevo a nombrar a Peckinpah...su “Grupo Salvaje” tiene mucho de este film y su Cable Hogue tiene bastante de John W. “Jack” Burns.
Y un camión de inodoros...



Y finalizo con un ¡Chapeau! para  el final del film... magistral, triste, emotivo, desgarrador y, sobre todo, congruente con el mensaje y los valores que nos trata de transmitir la película. Un film conmovedor, crítico, ecologista y humano... ¡y un camión de inodoros!



Si la habéis visto me entederéis y si no, ¡ya estáis tardando!

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FOTOS:













TRAILER: