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lunes, 18 de enero de 2016

LOS PROFESIONALES

(The Professionals) - 1966
Director: Richard Brooks
Guion: Richard Brooks

Intérpretes:
-Lee Marvin: Henry “Rico” Fardan
-Burt Lancaster: Dolworth
-Claudia Cardinale: María
-Robert Ryan: Ehrengard
-Jack Palance: Jesús Raza
-Ralph Bellamy: Grant
-Woody Strode: Jake

Música: Maurice Jarre
Productora: Columbia Pictures-Pax Enterprises
País: Estados Unidos

Por: Güido Maltese. Nota: 8

Grant: ¡Fardan, es usted un bastardo!!!
Fardan: Si, señor. ¡Pero lo mío es un accidente de nacimiento y usted se ha hecho a sí mismo!

He aquí, en mi opinión, un buen western:
El terrateniente Grant forma un grupo de hombres para rescatar a su mujer que ha sido secuestrada por el bandido revolucionario Jesús Raza . El grupo está capitaneado por Henry "Rico" Fardan, acompañado por Dolworth, experto en explosivos, Erenghard experto en caballos y Jake Sharp experto rastreador y hábil con el arco.



El grupo se interna en México, ya conocido por Fardan y Dolworth que participaron en la revolución con Pancho Villa, y libera a la mujer para conocer la verdad que se esconde tras el secuestro.



Me encanta ésta película sobre todo por las interpretaciones y la acción continua que mantiene a lo largo de todo el metraje.



Marvin está inmenso en el papel del veterano soldado férreo y con un gran sentido del honor y, a la vez, amargado por la trágica muerte de su esposa. Lancaster, cómo el amigo fiel de Fardan, pero más despreocupado y sin escrúpulos y atraído por las mujeres y el dinero, en un papel muy a su medida (Recordemos “Veracruz”). Robert Ryan y Woody Strode muy correctos (quizás Ryan está un poco descolgado en la película, no sé si por su actuación o por el papel que interpreta). Claudia Cardinale, bella y salvaje, está perfecta en su papel de la mejicana de buena familia, casada con el terrateniente rico de la fronteriza Texas.


Palance, cómo siempre, bordando su papel. E incluso Ralph Bellamy, destaca cómo el terrateniente sin escrúpulos para conseguir lo que desea.


Hay otro papel secundario que me atrae mucho y es el de la teniente "Chiquita" (Marie Gómez), uno de los mejores guerrilleros de México en palabras de Dolworth ("No sabe bailar, pero qué gran soldado").



La película está rodada en su mayor parte en el desierto de Nevada y la fotografía es más que correcta. No hay grandes paisajes, pero se aprovecha al máximo el caluroso desierto, con sus cañones y desfiladeros, para que sea muy creíble la sierra mexicana. 

Y la acción no decae un sólo instante, manteniendo la atención del espectador de principio a fin.



En fin, un western de acción, en la línea de “Los doce del Patíbulo”, más que decente y con buenas interpretaciones a cargo de asiduos del género.

Memorable la conversación en Marvin y Lancaster: 
-Dolworth- ¿Que tiene una mujer que haga que valga 100.000$? 
-Fardan- Debe ser de esas mujeres que hacen que algunos niños se conviertan en hombres y algunos hombres en niños.



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Por: Jesús Cendón. Nota: 9


Richard Brooks, un profesional encuadrado dentro de la ideología liberal, tan sólo había rodado un western (la estupenda “La última cacería”, en la que a través de un sombrío Robert Taylor abordaba el tema del racismo) cuando decidió acometer este proyecto; un western a la vez clásico y moderno, vitalista pero crepuscular al presentarnos a unos personajes con más pasado que futuro, son individuos del siglo XIX con difícil encaje en el pragmático siglo XX por lo que terminarán buscando su refugio en México, último territorio fronterizo y país en construcción al estar envuelto en un proceso revolucionario.

El filme relata la historia de cuatro mercenarios que son contratados por un magnate para recuperar a su mujer secuestrada por un bandido mexicano que pide por su liberación 100.000 dólares. Este viaje supondrá para dos de ellos enfrentarse a su pasado y cuestionarse su evolución vital marcada por el desengaño (antiguos revolucionarios y, como tales, idealistas han devenido en dos individuos cínicos al servicio de aquel que pueda costearse sus servicios). Este hecho le permite a Brooks llevar a cabo una de las más lúcidas reflexiones cinematográficas sobre la revolución y el desencanto a través de unos extraordinarios diálogos (escritos por el propio Brooks que estuvo nominado al Oscar en su doble faceta de director y guionista) presentes en las escenas más intimistas de la película que aparecen perfectamente entrelazadas con las secuencias de acción. Así, Brooks utiliza la revolución mexicana como arquetipo del proceso revolucionario (debemos tener en cuenta la fecha de producción del filme durante una década convulsa como fue la de los sesenta), para darnos una visión desoladora de este ya que sus protagonistas, la gente llana que se jugó la vida y en muchos casos la perdió, es traicionada cuando entran en acción los políticos, por lo que su mísera existencia apenas es mejorada.

Su posicionamiento sobre esta cuestión queda perfectamente resumido por Dolworth al señalar que: “Tal vez sólo haya una revolución. La de siempre. La de los buenos contra los malos. La pregunta es ¿Quiénes son los buenos?”, para al final de la película aseverar que: “Los políticos entran en acción y el resultado es siempre igual, una causa perdida”.

Igualmente se aprecia una crítica al racismo todavía imperante en la sociedad norteamericana en el siglo XX (el magnate les pregunta al resto de profesionales si tienen algún inconveniente en trabajar con un negro) y, sobre todo, a la injerencia, político-económica, de los EEUU en Sudamérica y al desarrollo de su política colonialista e imperialista en este subcontinente iniciada a partir del denominado Corolario Roosevelt de 1904 que, en la época en la que se desarrolla el filme, dio lugar a la famosa expedición punitiva del general Pershing en México con la intención de acabar con Pancho Villa (1914). En este sentido cobra gran importancia la conversación de María en la que afirma que: “Mi marido ha robado millones a esta tierra”, refiriéndose lógicamente a México.

Al mismo tiempo, el filme se configura como un canto a la solidaridad, amistad, dignidad y honor a través de estos cuatro profesionales, para los que se contó con un reparto excepcional. Lee Marvin, convertido por fin en una gran estrella, da vida a Fardan, un experto en armamento. A Burt Lancaster Brooks le regaló un papel hecho a su medida (el actor había obtenido su único Oscar con otra película de Brooks, “El fuego y la palabra”) que le permitió mostrar su espléndida condición física con cincuenta y tres años al interpretar al dinamitero Dolworth. Ambos demostrarán al final de la película que, a pesar de su aparente cinismo, siguen siendo los mismos soñadores idealistas que lucharon durante seis años sin cobrar al lado de Pancho Villa, ya que antepondrán sus principios y su concepto de la justicia a la obtención del beneficio económico. Un avejentado Robert Ryan es Ehrengard, antiguo oficial de caballería y apasionado por los equinos; quizás sea el personaje más desdibujado. Y Woody Strode, actor habitual de John Ford, aporta su físico rotundo a Jake, hábil rastreador y mortal con el arco.

El reparto se completa con Ralph Bellamy como el tiránico y despótico magnate, incapaz de soportar un fracaso. Una bellísima Claudia Cardinale en el rol de María, la esposa del anterior pero que mantienen su conciencia de clase. Y Jack Palance como Jesús Raza, el revolucionario que “rapta” a María (curioso que se llame Jesús y que mantenga una especial relación con María, aunque no sé si hay algún tipo de intención en ello) para el que Brooks reserva algunas de las mejores frases de la película. Así en su memorable enfrentamiento final con Dolworth afirmará en relación con su actitud al frente del proceso revolucionario que: “Nos quedamos porque tenemos fe. Nos marchamos porque nos desengañamos. Volvemos porque estamos perdidos. Morimos porque es inevitable”.


Filme, por tanto, de acción pero también reflexivo se completa con una gran banda sonora compuesta por Maurice Jarre que capta perfectamente el aliento épico de la película y una extraordinaria labor de Conrad Hall como director de fotografía, a través de la cual sentimos el agobiante calor del desierto, el frío nocturno o el insoportable viento que levanta el asfixiante polvo del camino.

Sólo me queda invitaros a que compartáis el viaje con cuatro personajes inolvidables y que descubráis junto a “Los profesionales” qué hace que una mujer valga 100.000 dólares.

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Por: Xavi J. Prunera Nota: 9


Ignoro hasta qué punto resulta higiénico y saludable enfrentarse a una peli como “Los profesionales” la noche más calurosa del año, pero os aseguro que hacerlo con el torso empapado en sudor y el gaznate más seco que el desierto de Mohave ayuda -y mucho- a empatizar instantáneamente con esos cuatro mercenarios románticos (Lancaster, Marvin, Ryan y Strode) que protagonizan este enorme western.

Entrado ya en situación, sin embargo, decidí prepararme un refrescante mojito para paliar los efectos de esa despiadada canícula que hacía estragos a ambos lados de la pantalla. Un par de sorbos después me sentí mejor, pero las infernales temperaturas reinantes en la frontera mejicana se habían cobrado ya su primera víctima. Afortunadamente todo quedó en una inocua insolación y ese cuarteto de tipos duros, bregados en mil y una batallas, pudo proseguir con la misión encomendada: liberar a la bella esposa (Cardinale) de un rico terrateniente (Bellamy) de las garras de un temible revolucionario (Palance).

Apurado mi primer buchito, decidí prepararme el segundo. En la terraza el aire caliente podía mascarse y un pegajoso bochorno pugnaba por dilatar todos y cada uno de los poros de mi cuerpo. Eran las 23:25 h. y el termómetro registraba 31º. Mientras tanto, la imagen de Lancaster colgado por los pies coincidía con la de una primera gota de sudor resbalando perezosa e implacablemente a lo largo de mi espina dorsal. Succioné con fruición lo que quedaba de mojito, le di al pause y fui a picar más hielo.

Preparado mi tercer trago, recapitulé sobre lo que estaba viendo. Por el momento la peli de Brooks evidenciaba ser un western muy bien armado que -a simple vista- discurría por los típicos derroteros del género ;) y que, merced a su estratosférico elenco, podía degustarse con el mismo deleite con el que un servidor estaba dando buena cuenta de su tercer añejo. Lo mejor, sin embargo, aún estaba por llegar. El rescate de María (bocatta di cardinale) y la consiguiente persecución de nuestros cuatro protas por parte de Raza (Palance) y los suyos elevaba el listón de la peli hasta niveles pura y genuinamente peckinpahianos. Le dí nuevamente al pause y trituré algo más de hielo. Sin lugar a dudas, necesitaba un nuevo lingotazo (¿el cuarto?) para combatir la pertinaz y abrasadora atmósfera que reinaba tanto en mi terraza como en la quebrada donde Palance y Lancaster sostenían, a punta de pistola, uno de los diálogos más crepusculares de la historia del género. Me froté los ojos y miré de reojo la botella de ron. Estaba prácticamente vacía, de acuerdo, pero esos diálogos no podían ser fruto de mi imaginación.

Diez o quince minutos después, cuando el pertinente THE END sobreimpresionaba los últimos fotogramas de aquella maravilla, comprendí dos cosas: que mi estado de embriaguez era algo más que sospechoso y que acababa de ver un western a-co-jo-nan-te.

(Reseña publicada por Xavi J. Prunera en FilmAffinity el 24-7-09)

TRAILER

miércoles, 9 de diciembre de 2015

DUELO DE TITANES

(Gunfight at the O.K. Corral) - 1957

Director: John Sturges
Guión: Leon M. Uris

Intérpretes:
- Burt Lancaster: Wyatt Earp
- Kirk Douglas: Doc Holliday
- Rhonda Fleming: Laura
- Jo Van Fleet: Kate
- John Ireland: Johnny Ringo
- Dennis Hopper: Billy Clanton

Música: Dimitri Tiomkin
Productora: Paramount Pictures
País: Estados Unidos

Por: Güido Maltese. Nota: 8,5

Doc Holliday: "Si he de morir, déjame que lo haga por el único amigo que he tenido en la vida"

Dirigida por el gran John Sturges (“Los siete Magníficos”, “El último tren de Gun Hill”, etc...) e interpretada por Burt Lancaster (Wyatt Earp), Kirk Douglas (Doc Holliday), Rhonda Fleming (Laura), Jo Van Fleet (Kate), John Ireland (Johnny Ringo) y una de las primeras apariciones de Dennis Hopper (Billy Clanton).



Nos narra, nuevamente, la historia del famoso duelo de O.K. Corral. Y digo nuevamente, pues recordemos que el maestro Ford ya tocó el tema 11 años antes con la gran “Pasión de los Fuertes” (1946).

Aunque Sturges nos brinda una óptica muy diferente sobre el tema, destacando, sobre todo lo demás, uno de los temas que mas me atraen del western (y de la vida real): la Amistad.

Dos hombres solitarios, duros, con sus propios códigos de honor y, aparentemente, completamente antagonistas. Earp, adalid de la ley y la justicia, serio, férreo en sus convicciones, leal a sus principios y tozudo en sus decisiones.

Holliday, ex dentista convertido en pistolero, jugador profesional, bebedor empedernido y atormentado por su conciencia, sarcástico y cínico, pero también leal a sus principios y códigos de honor.

El desarrollo de la película, con un guión excelente de León Uris, va in crescendo, llevándonos poco a poco a través de la relación que se va estableciendo entre los dos protagonistas. Arranca desde una animosidad manifiesta entre Earp y Holliday, entre la ley (por encima de todo) y el fuera de la ley (aunque siempre en “defensa propia”).



Earp salva a Holliday de un linchamiento (aunque no le guste Holliday, su credo en la ley y la justicia le obliga a ello). A partir de ahí, las vidas de los dos se cruzaran constantemente y la vida honrada y ordenada de Earp, se siente atraída por la personalidad atrayente y tan diferente de Holliday. Mientras, éste último está decidido a pagar su deuda por haberle salvado la vida. Pero cuando ésa deuda queda saldada, la amistad ya ha arraigado en ambos hombres y los ha marcado profundamente. Y todo esto queda reflejado en dos escenas increíbles:

La primera, cuando el orgulloso Earp se traga su orgullo y le pide ayuda a Holliday. El duro y solitario agente de la ley, acostumbrado a resolverlo todo sólo y sin ayuda de nadie (y menos de un tipo cómo Holliday) decide recurrir a la única persona en la que confía.


La segunda, cuando Holliday, muy enfermo ya, le dice a Kate: “Si he de morir, déjame que lo haga por el único amigo que he tenido en la vida”.

¡¡Espectacular!! Esta frase resume toda le película y, a mí, me pone la carne de gallina...



Y que decir de la interpretaciones de Lancaster y Douglas. Magistrales ambas, en un duelo interpretativo de los mejores que existen en el western y en el Cine en general. Dos de los mas grandes de la pantalla frente a frente y sin que uno supere al otro, mas que en momentos puntuales. Pero, al final, Douglas se lleva el gato al agua ya que está sublime e inunda la pantalla con su presencia.


A destacar tambien la actuación de John Ireland en el papel del enemigo jurado de Doc Holliday, Johnny Ringo.

Las interpretaciones femeninas, correctas sin más. Eso sí, el papel de Rhonda Fleming es, para mi gusto, demasiado importante y nos distrae por un momento de lo que realmente nos interesa. Aunque, por otra parte, nos aporta la visión de la lealtad y el honor de Earp: aunque está completamente enamorado, prefiere cumplir con su deber y perderla a ella.

Otra gran baza de la película es la sublime fotografía de Charles B. Lang (“El hombre de Laramie”, “Los 7 Magníficos”, etc.). Cuidada y elaborada, nos sorprende desde el principio con unos paisajes espectaculares de las llanuras del oeste. Y no olvidemos la música del gran maestro del western: Dimitri Tiomkin (“Rio Bravo”, “El Álamo”...) y, sobre todo, el pegadizo tema central interpretado por Frankie Laine.... ¿qué aficionado al western no conoce ése tema?.

En definitiva, la película es una maravilla del 7º Arte, imprescindible para cualquier aficionado y no solamente del western, sino del Cine.



Y, para mí, lo más importante: la manera de tratar el tema de la Amistad, la Lealtad y el Honor entre dos hombres, entre dos amigos.

“Si he de morir, déjame que lo haga por el único amigo que he tenido en la vida”...brrrrrrr, que escalofríos!

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Por: Xavi J. Prunera. Nota: 8,5

Poco podré añadir, probablemente, a lo que -con sumo acierto- ya ha comentado mi amigo Güido sobre este extraordinario western. Aún así, permitidme que vierta mis humildes impresiones sobre “Duelo de titanes” en este blog porque creo que es justo y necesario confirmar y/o reforzar las palabras de mi colega las veces que sea preciso para que a nadie le quede la menor duda que estamos ante un peliculón como la copa de un pino.

Y aunque lo más fácil sería vertebrar mis argumentos entorno al sublime duelo interpretativo entre Kirk Douglas y Burt Lancaster, al pegadizo tema musical compuesto por Dimitri Tiomkin e interpretado por Frankie Laine, a la impecable fotografía de Charles B. Lang, al impoluto guión de León Uris o a la suntuosa ambientación y puesta en escena de la que hace gala yo creo, francamente, que la clave del éxito de “Duelo de titanes” reside —como bien apunta Maltese— en esa amistad, en esa lealtad a prueba de bombas entre Wyatt Earp (Burt Lancaster) y John ‘Doc’ Holliday (Kirk Douglas). Una amistad que nace, paradójicamente, de cierta animosidad inicial, que va creciendo poco a poco con total y absoluta naturalidad y que llega a su momento culminante cuando Earp le implora ayuda a un abatido Holliday o cuando el propio Holliday se levanta renqueante de la cama la mañana del célebre duelo en OK Corral y pronuncia, ante Kate, una de las frases más conmovedoras de la peli: “Si he de morir, déjame que lo haga por el único amigo que he tenido en la vida”.

Así pues permitidme también que reivindique al que coordinó todo ello; al que narró toda esta historia con un pulso y una elegancia encomiables. A John Sturges. Un cineasta al que tradicionalmente siempre se le ha situado un peldañito por debajo de Ford, Hawks, Mann y cia. y que con este pedazo de western (así como con “El último tren de Gun Hill” o “Los siete magníficos”) constata fehacientemente que, de sobras, sabía hacer muy bien su trabajo.